Cuento de Navidad
Pedro Cristóbal Aguilar, desde Mancha Real.- Rubén era un niño como cualquier otro, vivía feliz en un pueblo o ciudad cualquiera de España. Cada año, al llegar la Navidad, y con la ayuda de sus abuelos, colocaban los adornos propios de las fechas, el árbol, el belén, etcétera.
Pero lo que más le gustaba a Rubén eran los Reyes Magos. Cogido de la mano de su abuela llevaba la carta, escrita de su puño y letra, a los Reyes; una vez delante de ellos se dirigía hacia Gaspar, su rey favorito, no podía explicar el porqué, pero algo especial encontraba Rubén en la mirada de Gaspar, se sentaba en su regazo, le daba un beso y le entregaba la carta con esa ilusión que solo un niño conoce. De vuelta a casa, esa noche Rubén se acostaba temprano con la ilusión y esperanza de que Gaspar hiciera realidad sus sueños. Al amanecer daba un brinco de la cama y se presentaba en el salón, donde le esperaban sus abuelos y un montón de regalos junto al árbol, regalos que él iba abriendo emocionado, uno tras otro, y al final la misma frase de todos los años, “este año tampoco”. Entonces sus abuelos se miraban entre ellos sin mediar palabra y con los ojos vidriosos y abrazaban fuerte a Rubén. Esta escena se repetía un año tras otro, hasta que un día el niño, ya mayor, dejó de llevar la carta a los Reyes, pero no obstante seguía creyendo en la magia de la Navidad. Un día, al llegar a casa, se encontró con una mala noticia, su abuelo había fallecido en un accidente de tráfico. Aquel año, al llegar la Navidad, su abuela le dijo que no tenía ganas de fiesta, pero Rubén insistió en adornar la casa como todos los años, y fue entonces cuando buscando entre los adornos navideños vio una enorme caja, y al abrirla quedó muy sorprendido, allí estaban, la capa de rey, la corona de rey y el traje y las barbas rubias de rey; en ese momento llamó a su abuela, que le confirmó lo que él ya sospechaba, aquel rey al cual todos los años le entregaba su carta era su abuelo. Dentro de la gran caja se encontraba otra más pequeña que contenía cartas, todas las cartas que Rubén entregaba con tanta ilusión a su rey favorito, cogió una al azar y decía así. Queridos Reyes Magos: este año no quiero juguetes, solo quiero que me traigáis a mi mamá. Fue en ese momento cuando abuela y nieto se fundieron en un abrazo y entre sollozos le contó la fatal historia del fallecimiento de su madre. Había sido asesinada a manos de un cobarde matratador cuando él solo tenía ocho meses. PD. Rubén podría ser Carlos, Andrea, Juan, Rosa, etcétera. Ojalá un día historias como esta sean solo un cuento.