02 nov 2015 / 11:52 H.
No hay que darle más vueltas, solo existen dos etapas críticas en la vida de cualquiera que tenga ya cierta edad: una es cuando se casan tus amigos y hermanos, y otra, cuando se casan los hijos de tus amigos y hermanos. En ambos periodos tu misión es acudir a esos eventos con la obligación principal de elegir un vestuario acorde con el acto. De camino, claro está, no tenemos inconveniente en acompañar a dos personas en el inicio del recorrido que debe conducirles a la felicidad. Yo, sin ir más lejos, me regocijo de cada una de las cuatro bodas que llevo en lo que va de año. Dime ¿quién no desearía colocarse, como fue mi caso hace un par de semanas, un vestido de lentejuelas con sandalias de plataforma plateadas y en la cabeza un astrolabio o, según mi sobrino el de físicas, el modelo tridimensional de un orbital atómico? Ya puestos, tengo que decir que fue toda una experiencia ser observada de tal guisa por los anonadados familiares y pacientes de la sala de urgencias del magnífico hospital público andaluz donde acudí con mi padre, que tuvo a bien intentar morir todo el tiempo que duró el banquete de esa misma boda familiar. Pero aquel no era día para hacer dejación de la vida. No era momento de funerales. Porque ¿qué alma innoble no querría ser un “extra” en una puesta en escena 3D de Visconti? Sobre todo ahora que está de moda contratar esa nueva figura tan hollywoodiense que es la organizadora de bodas. No entiendo cómo este país ha podido estar tantísimos años sin contar con esa escenógrafa que va marcando cada minuto de maridaje a paso militar. No quisiera yo chafarles el negocio tal como está la crisis, pero más le valdría al mundo ceremonial ir pensando en un “Seguro de bodas para invitados”. Se trataría de un contrato de seguro en el que el asegurador, en este caso, alguna aseguradora innovadora por demás, se obliga mediante el cobro de una prima y para el caso de que se produzca el evento cuyo riesgo es objeto de cobertura a indemnizar, dentro de los límites pactados, el daño producido al asegurado, en este caso, una servidora, o satisfacer un capital, una renta u otra prestación convenida. Ahí lo lanzo.