03 sep 2014 / 15:11 H.
El término “amistad” se ha devaluado con la aparición de las redes sociales. Hoy te propongo un juego. De tus centenares de amigos de Facebook o Twitter, elimina a los que no conoces personalmente, continúa con los simplemente conocidos y con aquellos con los que nos hayas mantenido contacto durante el último año. Elimina también a aquellos con los que no hayas hablado o no hayas visto en el último mes. Del grupo restante, ¿cuántos crees que comparten tus alegrías y tus adversidades? Si finalmente te queda un grupo cercano a la decena y además algunos son amigos de la infancia, considérate un afortunado, tienes un verdadero tesoro. Como nos recuerda Marta Mason, el hombre más rico del mundo no es que tiene más dinero, sino el que “conserva el primer amigo que tuvo”. Una investigación de la profesora de la Universidad de Brigham Young (EE UU), Julianne Hold-Lunstad, tras realizar un seguimiento a 300.000 personas, durante siete años, demuestra que la falta de amigos, la baja interacción social, equivale a fumar quince cigarrillos al día y es más perjudicial que la falta de ejercicio o la obesidad. Es difícil sobrevivir en soledad y aislados. Necesitamos personas en quien confiar y a quienes acudir en caso de dificultad. Pero, ¿existe alguna fórmula para encontrar y mantener amistades? Compartir sentimientos, aficiones, proyectos, puede facilitar el inicio de una buena amistad. La generosidad y la gratitud son también esenciales. La amistad requiere atención, entrega, y hay que dedicarle muchas horas para cultivarla. El amigo verdadero es aquel que te conoce en profundidad, el que sabe tus secretos y tus defectos, el que con una simple mirada conoce tu estado de ánimo, el que siempre está ahí para lo que necesites. Es un gozo tener amigos, estar con ellos, conversar, prestarse ayuda mutua. El saber perdonar es propio de personas sabias y generosas. La deslealtad y la falta de contacto son los principales enemigos de la amistad. Un verdadero amigo es, en definitiva, aquel con el que tienes la sensación de estar permanentemente en deuda.