Cuando sobran ganas de seguir trabajando tras los 65
Pepi Galera
Cuando a un trabajador le llega la hora de retirarse, puede plantearse el futuro más inmediato desde perspectivas bien diferentes. Quizás esté impaciente por alcanzar la edad dorada para disfrutar de vacaciones indefinidas y olvidarse así del estrés del trabajo diario.
Cuando a un trabajador le llega la hora de retirarse, puede plantearse el futuro más inmediato desde perspectivas bien diferentes. Quizás esté impaciente por alcanzar la edad dorada para disfrutar de vacaciones indefinidas y olvidarse así del estrés del trabajo diario.
Pero puede suceder que espere con temor el día en que concluya su relación laboral con la empresa para la que ha trabajado tantos años: ¿Qué hará entonces para llenar tantas horas de tiempo libre? ¿Le dará la pensión para vivir? También están aquellos que no se ven haciendo otra cosa diferente a la que han hecho toda su vida y aún les sobran ganas de seguir. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, más de 17.000 andaluces mayores de 65 años continúan afiliados a la Seguridad Social. En general, suelen ser autónomos y empresarios que no pueden o quieren dejar sus negocios en otras manos o, simplemente, la pensión no les estiraría lo suficiente. Por otro lado, están aquellos profesionales de la investigación que continúan su labor con cargos eméritos.
Mientras para buena parte de la población es difícil imaginar que trabajará hasta los 67 años —sobre todo cuando impera la noción del Estado de Bienestar y los incentivos para la prejubilación poco después de los 50 años—, otras personas entienden que su actividad laboral es compatible con una edad avanzada y las empresas comienzan a apreciar el valor de la experiencia, el conocimiento y el saber hacer de sus empleados más antiguos.
La propuesta de retrasar la edad de jubilación hasta los 67 años creó, en su momento, un intenso debate. Los estudios realizados, tanto por entes públicos como por instituciones privadas, demuestran que el sistema actual de pensiones no es sostenible en el tiempo y que esta situación se debe, sobre todo, al envejecimiento progresivo de la población. Ante esta situación, está claro que, en las próximas décadas, algo tendrá que cambiar y, sobre todo, en los últimos meses, se han barajado diversas soluciones, desde recurrir al sector privado mediante la contratación individual de planes de pensiones, hasta la prolongación obligatoria de la vida laboral. Que, efectivamente, ha sido la medida efectiva. El pasado mes de febrero fue aprobado el Acuerdo Social y Económico para el crecimiento, el empleo y la garantía de las pensiones, fruto del diálogo social entre Gobierno e interlocutores sociales, abordando toda una serie de medidas de naturaleza social y económica. Entre las medidas aprobadas destaca por su repercusión y profundos cambios, la modificación en materia de jubilación. En términos generales, se eleva la edad mínima de acceso a la jubilación ordinaria, así como el número de años de cotización exigibles para percibir el 100% de la pensión. Así, la edad mínima aumenta de 65 a 67 años; pero hay dos precisiones: el incremento se aplica de forma progresiva desde 2013 a 2027, aumentando la edad a un ritmo de un mes por año hasta 2018 y, a continuación 2 meses por año hasta 2027. Y, segundo, existe la posibilidad de acceder a la jubilación de forma anticipada, en algunos casos, como aquellos que acrediten una cotización de 38 años y 6 meses, entre otros.
Estas “cábalas” que se hacen los que están en la actualidad en activo para comprobar a qué edad llegará su momento de descansar, ya no tienen cabida en los cinco testimonios de jiennenses que recoge este reportaje, que, en su momento, decidieron ser de los que siguen apostando por continuar.