Cuando los niños del pueblo comparten aulas y maestros
Nuria Fernández /Jaén
Llama Sabina sabio al que no cambia París por su aldea. De esos —de los que se aferran a sus raíces profundas y se desarrollan y evolucionan en torno a ellas— hay muchos en Jaén. Los colegios públicos rurales -CPR- permiten que el arraigo se siga perpetuando. Son centros con tentáculos en zonas remotas, en núcleos urbanos dispersos que pertenecen o no a un mismo municipio.

Llama Sabina sabio al que no cambia París por su aldea. De esos —de los que se aferran a sus raíces profundas y se desarrollan y evolucionan en torno a ellas— hay muchos en Jaén. Los colegios públicos rurales -CPR- permiten que el arraigo se siga perpetuando. Son centros con tentáculos en zonas remotas, en núcleos urbanos dispersos que pertenecen o no a un mismo municipio.
Una especie de escuela con delegaciones en pedanías y aldeas que están relacionadas de alguna manera, con el mismo programa de estudios, misma dirección y que comparten maestros especialistas, pero que pueden estar a kilómetros de distancia entre sí.
En la provincia hay diecisiete centros de este tipo, todos, situados en zonas de sierra y con un número muy ajustado de alumnos. En algunos colegios, incluso faltan niveles completos y casi todas las aulas se dividen por ciclos, en lugar de en cursos, como en las escuelas “ordinarias”. En el colegio público rural La Paz hay 48 alumnos, de los que 31 estudian en Torrequebradilla y 17 en Vados de Torralba, a cuatro kilómetros. Ocho maestros, más la especialista en Religión, se hacen cargo de todas las clases.
La delegación más grande está compuesta por tres aulas: una la comparten los niños de Infantil con los de primero y segundo de Primaria. Para las asignaturas más básicas, como Lengua o Matemáticas, los turnos se desglosan y cada maestro atiende de forma particular a los niños de cada uno de los niveles. También en el resto de materias realizan actividades independientes, adaptadas a su edad y capacidad, pero en el mismo espacio. Clara, la única alumna en segundo, es la mayor de su grupo y, aunque al principio le supuso un pequeño enfado quedarse con “los pequeños”, ahora se divierte. Además, tiene la ventaja de ser la que más sabe de su clase.
Porque, como dice el maestro Manuel Valiente, profesor de apoyo desde hace cuatro años en La Paz, estos colegios tienen sus pros y sus contras, aunque para él, la mayoría son beneficios. Destaca uno: la autonomía de los niños. “Están mejor preparados para trabajar por su cuenta, porque dedican mucho tiempo a realizar actividades solos mientras el maestro atiende a alumnos en otros niveles, y se ayudan mucho entre sí”, apunta. Otra de las ventajas es que los pequeños, aunque a veces sin pretenderlo, atienden a las explicaciones dirigidas a los mayores y esto les sirve para actividades futuras. La delegada de Educación, Angustias María Rodríguez, coincide y se basa en estudios fehacientes que indican que los alumnos de menos edad se benefician de las lecciones que reciben sus compañeros. Añade, además, que la diferencia de niveles existe en las aulas “corrientes” debido a la “diversidad del alumnado”. Pero Valiente establece otras disparidades respecto a los que estudian en colegios urbanos: el compañerismo. “Estos niños no se pelean tanto por una razón muy sencilla: o juegan y se arreglan bien los unos con los otros o están solos”, apunta. Añade la virtuosa relación que se forja entre los pequeños y los profesores debido a la cercanía obligada entre ellos. Explica que, a pesar de que las edades estén mezcladas, hay ocasiones en las que el maestro atiende a cuatro, tres y hasta a un niño solamente, algo que Valiente considera un “privilegio”. También la vinculación de los niños con el centro es distinta: además de su colegio, es su lugar de encuentro fuera de las horas lectivas y su terreno de juego.
Para los docentes, enfrentarse por primera vez a un centro de estas características es todo un reto, porque la metodología es distinta: “algo que no se aprende en la universidad”. “Nos podemos adaptar a sus necesidad y adquirimos unas armas que son muy útiles e imposibles de adquirir en otros colegios”. A pesar de los esfuerzos, hay padres que dudan de los beneficios de llevar a sus hijos a colegios tan pequeños. No obstante, los resultados se ven en Secundaria: la preparación de los escolares está al nivel requerido.