Cuando los grandes reptiles dominaron Jaén

Nuria López Priego
Esta es la historia de un eslabón soldado a una larga cadena de 4.600 millones de años. Un pasado remoto en el que los grandes reptiles eran amos y señores. Un mundo perdido que el tiempo ha escondido en la roca, pero del que habla prácticamente cada kilómetro cuadrado de la provincia. Esta historia comienza hace 250 millones de años con una extinción masiva a la que sólo sobrevivió el 50% de los organismos marinos y terrestres.

    19 jul 2009 / 10:53 H.

    Fue la irrupción en una nueva era, el Mesozoico, y en un periodo, el Triásico, en el que pronto quedó en evidencia la supremacía del reino de Reptilia.
    Entonces, la tierra era una mole llamada Pangea que agrupaba los cinco continentes. Su clima era cálido y sofocantemente árido. La única vegetación eran extensiones de helechos, cicadales y, en las zonas costeras, bosques de coníferas. Lo que luego sería Andalucía era una “extensa llanura costera cruzada por ríos de cauces amplios y poco profundos” en la que la superficie emergida era bastante escasa. La provincia de Jaén era un claro reflejo. De norte a sur, la surcaban importantes cauces que, a su vez, formaban charcas saladas, marismas y lagos litorales. Y la vida se abría camino. Uno de los mejores ejemplos de esta evolución quedó registrado para siempre en Santisteban del Puerto, gracias a que, durante el Triásico, aquel lugar era un “valle fluvial sujeto a inundaciones periódicas”.
    En los setenta, el investigador Ángel C. López-Garrido descubrió, sobre una superficie de unos veinte metros cuadrados, un conjunto de 24 pisadas, originadas, posiblemente, por vertebrados que se dirigían al noroeste buscando otros humedales. Por sus huellas, todo induce a pensar que eran animales bípedos, de carácter gregario, emparentados con los arcosaurios —grupo que, posteriormente, dio origen a los dinosaurios—. Sin embargo, más de treinta años después de su descubrimiento, estas icnitas (impresiones) siguen siendo un enigma, destacan el profesor Alberto Pérez-López y Félix Pérez Lorente, director del Centro Paleontológico del Enciso.
    “Una primera hipótesis —recoge Pérez-López— fue considerar que se trataba de las huellas dejadas por un animal de locomoción semejante a la de los marsupiales. En ese caso, se trataría de un animal con un solo dedo, como los canguros y andaría con los pies juntos, saltando. Pero otra posibilidad es que sean huellas debidas a un pie tridáctilo similar al de los dinosaurios”. Y, aunque la incógnita no se ha despejado aún, la mayoría de los investigadores se quedan con esta segunda posibilidad. Localizadas junto a la carretera que une Santisteban con Navas, hoy en día, estas huellas son uno de los veintitrés monumentos naturales de Andalucía y uno de los dos yacimientos más importantes del Triásico hallados en la provincia.
    El segundo es el que forman las pisadas descubiertas, en 1991, en el término de Cambil, por el investigador Alberto Pérez-López, de la Universidad de Granada (UGR). Se trata de un rastro de ocho huellas, de las que seis se ven perfectamente, que corresponden a las extremidades anteriores y posteriores de un reptil Arcosaurio (tecodonto) de unos cinco metros de longitud, del grupo de los rauisuquios. “Anterior” a los dinosaurios, se cree que podía ser omnívoro, pero “su comportamiento en solitario y sus poderosas garras —de unos 2,5 centímetros— hacen pensar en un depredador”, apostilla Pérez-López. 
    La importancia de este yacimiento se debe a que son las pisadas más grandes descubiertas, hasta el momento, en Centroeuropa, en reptiles de este tipo. “Mientras que las encontradas en Francia no alcanzan los 25 centímetros, las de Cambil llegan a medir hasta 30”, indica Pérez-López, en su página http://www.ugr.es/~aperezl/Triasico.htm. En la actualidad, estas icnitas se pueden contemplar en el Parque de las Ciencias de Granada. Por otro lado, también pertenecen al Triásico los restos óseos hallados por el geólogo Luis Alafont en el yacimiento lindero entre Bienservida (Albacete) y Villarrodrigo. Son “restos sueltos (vértebras y costillas)” de dos tipos de reptiles marinos, placodontos y notosaurios, precisa el profesor de la UJA, Matías Reolid.
    jurásico. El tránsito del Triásico a este periodo posterior (hace 206 millones de años) estuvo marcado por otra gran extinción que acabó con la cuarta parte de la vida terrestre y marina. El grupo de los tecodontos, como el de Cambil, fue uno de los que desapareció, aunque se cree que este hecho pudo facilitar la evolución de los dinosaurios.
    En el Jurásico, los saurios vivieron su “edad de oro”. Pero también se inició la dispersión del súper continente que era Pangea. La provincia también presentaba otra imagen. La subida del nivel del mar había dejado muy poca superficie emergida. Ese sistema fluvio-costero característico del Triásico había dado paso a un ambiente eminentemente marino. Esto dificulta la existencia de restos y huellas de vertebrados. Pero, a pesar de ello, la provincia posee dos yacimientos verdaderamente significativos.
    En 2001, el profesor de la Universidad de Jaén, Ginés de Gea, que, entonces, preparaba su tesis doctoral, descubrió, en Bedmar, los únicos restos óseos de un vertebrado localizados en la cordillera bética. Datan del tránsito Jurásico-Cretácico (hace unos 140 millones de años). Están fosilizados y dejan ver una secuencia de centros vertebrales y el cráneo (incrustado en la roca estratificada) de un cocodrilo marino que, posiblemente, pertenecía a la familia de los teleosaurios (animales carnívoros que habitaron  mares y, quizá, estuarios, que tenían el cuerdo típico de un cocodrilo actual, alargado y de dientes  puntiagudos, con una pesada coraza). 
    Prácticamente coetáneas a esos restos son las pisadas que el profesor Manuel García-Hernández halló en la Sierra del Pozo, entre Cazorla y Pozo Alcón. Son las únicas huellas descubiertas en la provincia dejadas propiamente por dinosaurios, ya que en todos los yacimientos anteriores el rastro pertenece a grandes reptiles que no eran dinosaurios. Se cree que las produjeron bípedos carnívoros (terópodos) de alrededor de dos metros y medio de altura y 200 kilos. Por desgracia, a raíz de su publicación en prensa, desaparecieron algunas huellas. De ahí que, como dice el profesor de la Universidad de Jaén, Pedro Alejandro Ruiz Ortiz, “la mejor protección es no decir el lugar concreto donde se encuentran estos yacimiento. El expolio de estos restos es continuo”.
    El último descubrimiento de restos de un vertebrado se realizó, hace dos años, en Cazorla. Se hallaron restos fosilizados de una tortuga correspondientes al Jurásico superior y, actualmente, son objeto de estudio en la Universidad de Bristol, aunque los resultados se publicarán en breve. Estos son los yacimientos de vertebrados más importantes localizados en Jaén, por ahora. Otra cosa son los fósiles de invertebrados marinos de los que la provincia ofrece un variado espectro que abarca desde el Triásico al Cretácico (posterior al Jurásico). Con ella, llegó el fin de la dominación de Reptilia. El 85% de los seres vivos —entre ellos, los dinosaurios— se extinguieron. Comenzaba la era de los mamíferos. De aquello, sólo hace 65 millones de años.