Cuando la condición humana supera todos los límites imaginables
Lo hemos visto al final del juicio, pese a que en los primeros momentos de la vista oral contra el violador, secuestrador y abusador de Austria, el célebre Josef Fritzl, se tapaba la cara con una archivador de color azul, para esconder, seguramente, toda la ira que la sociedad tiene contra él. Este señor se enfrenta a cadena perpetua, según la legislación austríaca, por todos los cargos de los que se le acusan y que ha reconocido, incluido el del deber de socorro ante un hijo-nieto que presuntamente dejó morir.
No caben adjetivos y faltan los sustantivos para describir en todas las palabras lo que la sociedad en general siente contra este señor, que durante 24 años tuvo secuestrada y violó, según los peritos hasta 3.000 veces, a su hija Elisabeth. Hasta siete hijos tuvo con ella por esa práctica abusiva e indescriptible que ahora ha llegado a juicio y ha quedado vista para sentencia.
La condición humana supera con este caso todos los límites imaginables y es fácilmente reprobable su actitud; no cabe otra salida. Con todo, es de reseñar que con casos de este calado, volvemos a los orígenes de la humanidad, cuando los antecesores del “homo sapiens” sólo vivían para perpetuarse como especie. Parece mentira que hayan pasado miles de años y sigamos en este aspecto igual, porque se podrá decir que es un caso aislado, pero ha pasado. Además, ha pasado en Occidente, donde todo dicen que está controlado y somos los humanos más desarrollados de todos los que vivimos este planeta. Seguro que si hubiese sucedido en África, en Asia o en Latinoamérica, que tan cerca nos coge, los gritos llegarían al cielo, como se suele decir. Pero ha pasado en Austria, en la vieja Europa, y no salimos de nuestro asombro. Y por ello es a Europa a quien corresponde ahora dar ejemplo y que la ley caiga con todo su peso contra semejante energúmeno. De nombre Josef y de apellido Fritzl.