Cuando internet se tergiversa
La Justicia ha dictado sentencia, en primera instancia, y condena a un ciberpederasta a cinco años de cárcel porque considera probado que fue más allá de la pantalla del ordenador y llegó a abusar sexualmente de una niña de once años de su mismo municipio. El caso no está cerrado, porque la defensa ya ha anunciado que recurrirá la sentencia al Tribunal Supremo. A la espera de lo que determinen sus señorías finalmente, el caso vuelve de nuevo a poner sobre la mesa el gran debate del riesgo de este tipo de casos en las redes sociales para los menores que navegan sin control o mínima fiscalización.
El mediático juicio es probable que todavía dé mucho que hablar en los próximos meses pero, por lo pronto, sí deja claro a ojos de la sociedad la grave impunidad con la que se opera en internet y que, a menudo, los culpables no acaban como en este caso, entre rejas, sino que pueden escabullirse a cualquier tipo de castigo.
Frente a eso, se revelan como fundamentales las charlas que desde la propia Policía o la Guardia Civil se imparten en los centros educativos, para alertar a los más jóvenes sobre prácticas indeseables y cómo eludirlas, pero es evidente que todo no puede quedar ahí. El papel de la familia se revela como fundamental y, la realidad, demuestra que la gran mayoría de los padres no tienen acceso a los asuntos que interesan a sus hijos en internet y, por tanto, es complicado ejercer un control efectivo. Se trata de una gran asignatura pendiente que pasa, desde luego, porque los propios padres sean conscientes de la responsabilidad y, después, de su ignorancia en este campo. A partir de ahí, se podrán buscar soluciones y establecer los necesarios cortafuegos para evitar males mayores.
El mediático juicio es probable que todavía dé mucho que hablar en los próximos meses pero, por lo pronto, sí deja claro a ojos de la sociedad la grave impunidad con la que se opera en internet y que, a menudo, los culpables no acaban como en este caso, entre rejas, sino que pueden escabullirse a cualquier tipo de castigo.
Frente a eso, se revelan como fundamentales las charlas que desde la propia Policía o la Guardia Civil se imparten en los centros educativos, para alertar a los más jóvenes sobre prácticas indeseables y cómo eludirlas, pero es evidente que todo no puede quedar ahí. El papel de la familia se revela como fundamental y, la realidad, demuestra que la gran mayoría de los padres no tienen acceso a los asuntos que interesan a sus hijos en internet y, por tanto, es complicado ejercer un control efectivo. Se trata de una gran asignatura pendiente que pasa, desde luego, porque los propios padres sean conscientes de la responsabilidad y, después, de su ignorancia en este campo. A partir de ahí, se podrán buscar soluciones y establecer los necesarios cortafuegos para evitar males mayores.