Cuando el terror pretende desarmarnos

El mundo está conmocionado, buscando una respuesta, donde sólo caben preguntas. El mundo está de luto por París; por las 129 personas asesinadas, entre ella, un español, Alberto González Garrido, y por las 352 heridas, 99 de ellas, en estado crítico. Nuestra mente no sale de su asombro, no puede abarcar tanta barbarie. Nuestro corazón, llora estremecido, ante la impotencia; la sinrazón del asesinato indiscriminado; la muerte de tantos inocentes. No encontramos las palabras. Nunca las hay, ante la maldad absoluta.

    17 nov 2015 / 11:59 H.


    Al grito de “!Alá es grande!”, estos terroritas, pretenden exterminar a todos aquellos que no profesen su credo. Es el fanatismo irracional. El terrorismo en su más cruel expresión. Ante esta situación, nos debatimos entre el odio, el más profundo desprecio ante estos seres, sin conciencia alguna, y la Fe en Dios, que es amor en sí mismo, y amor por la vida del ser humano, desde su concepción hasta su fin natural.
    Debemos plantar cara al terror, con nuestra más fiel convicción, ante la bondad, la justicia y la paz. Hemos de estar unidos por la solidaridad y la firmeza de nuestros más sólidos valores y principios, recordando que somos los instrumentos de Dios en el mundo; que Él no puede actuar sin anularnos, y precisa de nuestra oración confiada; de nuestro esfuerzo colectivo por la paz.
    No alimentemos nuestro odio ante tan tremenda violencia. Enriquezcámonos con nuestra Fe, de la que estos seres, sedientos de sangre, pretenden apartarnos. Alcemos nuestra voz para proclamar nuestro sí a la vida, en todos sus momentos. Demos la espalda a la masacre, a la muerte programada y no anunciada, y esperemos el fin de tanta oscuridad, envuelta en la Luz de la esperanza, que pronto se hará presente entre nosotros, con el Nacimiento de Dios Niño.
    Concepción Agustino Rueda