Cualquier objeto sin conciencia

Sé que nadie leerá mi estado, pero, a veces, cuando me aburro, salgo al jardín y finjo ser una seta”. Es un comentario extraído de Facebook. No hay más.

    17 oct 2014 / 09:02 H.

    Tampoco es necesario. Basta verlo para que den ganas de, si no transmutarse en un conjunto de hongos pluricelulares a los que todavía les duelan la tierra y la existencia del “otro”, de convertirse en un objeto: En una maleta, para ir de arriba abajo sujeta fuerte de una mano; en unas gafas de sol que protejan contra el cinismo, o en una copa para ser largamente besada. Cualquier cosa sin conciencia que no pueda avergonzarse por los gastos sin control de ladrones de cuello blanco con los ahorros de gente de a pie o por la bochornosa gestión de un virus mortal por el que la víctima fue momentáneamente declarada culpable.

    Valdría cualquier objeto. Pero, sin llegar a ese extremo —imposible, por otra parte, sin una lobotomía— una pista de baile y unos tragos prolongados hasta la madrugada a veces bastan para alcanzar la planicie mental. Lástima que olvidar la inmundicia con un Four Roses en la mano también sea difícil en esta ciudad después de las 4 de la mañana.