Crucifijos en las escuelas
De vez en cuando se leen noticias sobre el asunto controvertido de los crucifijos en los colegios públicos, un símbolo que algunas personas consideran que debería de desaparecer, dado que vivimos en un Estado aconfesional, según se recoge perfectamente en nuestra Constitución Española. Desde esa perspectiva, la verdad es que no se puede poner pega alguna, pero también es cierto que una cruz en una pared no puede hacer daño a nadie. Eso creo que también es algo irrefutable, al menos, bajo mi modesto entender. No he escuchado que un chico o chica se haya traumatizado por estudiar en un aula con un crucifijo en la pared y, si se les pregunta, algunos no tendrán ni idea de si hay o no, al menos, a los más pequeños.
Me parece a mí, sinceramente, que todos estos fundamentalistas anticrucifijos que de cuando en cuando se revolucionan y enarbolan banderas para que no quede ni uno (que yo creo que ya no quedarán, probablemente) deberían preocuparse de otras cuestiones más serias de nuestros centros públicos que sí afectan directamente a los alumnos, como las deficiencias que se encuentran en muchos de ellos, por el deterioro que causan los años y la falta de presupuesto para acometer todos los arreglos o ampliaciones que serían necesarios.