Crónicas desde el chiringuito
Hace algún tiempo que quería compartir con mis paisanos de tierra adentro, con la buena gente de Jaén, mi tierra, las sencillas delicias culinarias de los chiringuitos de playa, lugar más que placentero en el que me encuentro todavía aunque estemos ya en el equinoccio de otoño, pero por desgracia he estado demasiado ocupado pergeñando artículos que tratan de temas mucho menos agradables, todos ellos relacionados con la situación actual y la crisis que nos agobia.
No he tenido el mínimo ánimo que es de menester para atreverme a hablar de gastronomía, pues me parecía que ese tema podría parecer una frivolidad que ofendería a quienes sufren en su propia carne los efectos de los continuos recortes que nos ofrece el gobierno de turno un viernes sí y otro también. Hoy, viernes por cierto no puedo resistir la tentación de hablar de sabores y sensaciones agradables a la orilla del Mediterráneo, que como es de rigor suelen comenzar con unos espetos de sardinas que llegan pidiendo plaza acompañadas de una cerveza de urgencia para remediar los sofocos del verano. Pasado este primer trago entretenemos la espera de la familia en amena conversación con los amigos de barra, esos que se dejan caer todos los días a hora fija, huyendo de la arena ardiente y el bullicio de los niños. Una vez todos en la mesa llega la hora de la ensalada de pimientos, las patatas fritas con huevos, el pescado frito con aceite de oliva, si es que se ha tenido la precaución de elegir un chiringuito decente de esos que saben tratar la materia prima con el mimo que se requiere para conservar el sabor del mar y de paso la fidelidad de los parroquianos. La nómina de platos playeros puede también incluir inmaduros (que no chanquetes) y pescados de más enjundia cocinados a la brasa o bien a la sal, algún que otro plato de comida casera y la inevitable y socorrida paella que todos se empeñan en ofrecer y muy pocos saben hacer para desgracia del gremio de hostelería y desprestigio de tan excelso manjar. Hay que ser más que benévolo o muy despistado para atreverse a calificar como paella a esos arroces doloridos y tan pasados que parecen almodrote. Y sin embargo sí son más que recomendables los dos tipos de arroces que se suelen cocinar por estos pagos del Sur, a saber, arroz marinero con los frutos del mar, y el arroz caldoso de toda la vida que es la delicia que hemos heredado de nuestras abuelas en esta tierra, ese que sabe a gloria bendita hecho con conejo de campo. Y aquí lo dejo por hoy. Quizás debería citar también otra de las causas de esta crisis, y es que los que más ganan y más tienen no suelen pagar impuestos, pero de ese otro chiringuito, de las Sicav y demás enjuagues dolosos mejor hablamos otro día.
Francisco Casas Delgado es escritor