Crónica de un año
Crónica de un año” es el título de la larga mirada hacia la espalda que Diario JAEN ha echado sobre nuestra provincia. Es un regalo de páginas agridulces donde los 365 días de 2011 se sintetizan con la eficacia de un vuelo de reconocimiento por el paisaje humano de nuestra tierra. Allí encontramos, como no podría ser de otro modo, las dos caras de la vida: inauguraciones y clausuras, hechos de grandeza y de vileza, de resistencia y de derrota.
Es patente el subrayado de lo positivo, el brío que quiere meter el periódico en la raíz de Jaén con sus 12 Retos o sus Jiennenses del Año, con su atención a todos aquellos que construyeron y nos mejoraron como colectividad. Pero esta historia de bonanza tropieza con el pedregal del paro, de la desaparición de Holcim o de la parálisis de Vagones del Sur: la áspera realidad económica que otro año más enseña sus aristas. Por ello, la crónica del periódico es también una crónica implícita de lo omitido, de lo que no se hizo pudiendo hacerse, de los que no figuran en ella porque, teniendo medios y capacidad, no crearon riqueza sino desidia, y solo se esforzaron para alimentar la eterna queja ante la falta de inversiones públicas. Como si se hubieran disfrazado de pedigüeños y tuvieran que ser subsidiados en vez de subsidiar.
De entre todas las imágenes que acompañan al repaso del año, quisiera retener solo una por su valor simbólico. Se trata de una espléndida foto de Agustín Muñoz en la que se muestra en primer plano a un señor sentado junto a la cristalera de un bar mientras lee el periódico y paladea un café. A la belleza de la imagen contribuye la luz de la primera hora de la mañana que aclara la atmósfera entre sombras rasantes cuyo trazo deja una sensación de limpio reposo. Al fondo, ante un plano de luz, aparece el tranvía en una parada alargando su color verde lagarto. En esa imagen, que transmite al mismo tiempo actividad y sosiego, la quietud de un despertar que pronto se llenará de movimiento, puede condensarse toda la crónica de un año. Es la imagen de lo posible, pero también de lo que en Jaén se hace imposible, como si la ciudad estuviera condenada a tener un calendario de hojas amarillas y en ella no pudieran brillar los números digitales. Ese tranvía costó más de cien millones de euros y ahora lleva casi trescientos días empolvándose en una nave. Lo que iba a ser un medio dinamizador de la ciudad y una baza importante para ganar la batalla al automóvil lleva paso de convertirse en aquel despilfarro del tren Baeza-Utiel que, con las estaciones y la infraestructura hechas, se congeló para siempre entre los jaramagos.
La fotografía de Agustín Muñoz tiene también otra lectura referida a los culpables por omisión. Si no se exige voluntad política, el hermoso despertar de Jaén que él ha retratado puede quedarse en una imagen fija: el hombre que lee el periódico ya no se levantará de su silla, el tranvía permanecerá inmóvil en su parada, la ciudad contemplará impasible la escena comentando que el sol no quiera avanzar sobre la ciudad para completar el día.
Salvador Compán es escritor