CRISTÓBAL GARRIDO HERMOSO: "Mi mujer cuida de mi riñón mejor que lo hacía yo"

Olivia Aranda
Cristóbal Garrido donó un riñón a su mujer hace más de un año, un acto valiente al que resta importancia. Él y su esposa disfrutan ahora de una vida en común más saludable.

    30 ago 2009 / 10:19 H.

    —¿Cómo decidió dar el paso de donar un riñón a su mujer?
    —Yo veía que todas las pruebas que se hacía mi mujer le salían negativas, sufría mucho con la diálisis y le pregunté a la doctora si le podía dar un riñón y me dijo que era un paso muy grande. Yo pensé que por hacerme las pruebas no pasaba nada, eso fue en febrero de 2008. A últimos de junio fuimos a Granada y nos dijeron que éramos compatibles al 99 por ciento. Entonces el médico nos comunicó que el trasplante se podía hacer en julio o en septiembre y yo le dije que no esperábamos a septiembre.
    —¿Cuánto tiempo llevaba su mujer enferma antes del trasplante?
    —A consecuencia del parto de mi hija, hace 20 años, le dio lupus y tuvo que estar seis meses en diálisis. Después con un tratamiento muy severo le funcionaban los dos riñones pero no al 100 por 100, así se pasó 18 años. A mediados de 2007 ya le estaban haciendo pruebas para entrar otra vez en diálisis porque los riñones los tenía muy exprimidos, muy pequeños, ya no orinaba, no le funcionaban como antes, pero el 28 de diciembre tuvieron que ingresarla, tenía otra vez lupus, y el 29 empezaron con la diálisis hasta que le hicieron el trasplante. En esa ocasión le sentó muy mal la diálisis, estaba más tiempo ingresada que en casa y yo nada más que de verla así decidí hacerme las pruebas y ¡bendita sea la hora! Ella estaba en lista de espera y a saber cuándo le hubiera tocado. La doctora me preguntó, en plan de broma, si yo sabía si tenía los dos riñones, me dijo: “¿Usted se ha hecho alguna prueba? Hay gente que nace con uno y no lo sabe”. Y yo le respondí: “Pero si mi médico de cabecera no me conoce”.
    —O sea, que su riñón estaba muy sano.
    —Mi riñón estaba perfectamente, tenía un pequeño quiste, pero no era maligno, lo eliminaron antes de trasplantárselo a ella. Además mi hijo estaba dispuesto a donárselo si yo no era compatible, pero yo no se lo hubiera permitido, un crío con 25 años, no. Una vecina de mi suegra también estaba dispuesta, conoce a mi mujer desde chiquitilla y le dijo que si era compatible lo hacía y punto.
    —¿Cómo fue la operación?
    —Tenía una duración prevista de dos horas y duró cinco horas y media. Los médicos ya sabían que mi riñón estaba muy cerca de la aorta pero las venas eran muy cortas y el médico tuvo que salir corriendo en busca del cirujano vascular porque él solo no podía. Luego, me explicaron que habían hecho lo que hace un electricista cuando le falta un trozo de cable, empalmar.
    —¿Tuvo miedo?
    —Hombre, miedo… la cosilla la tienes porque entras a un quirófano y el médico me dijo que riesgo cero no existía, además nos dieron unos papeles para firmar y mi mujer me repetía: “Que si no quieres, aunque hayamos llegado hasta aquí, no pasa nada”, y yo le decía: “Te quieres callar que estoy leyendo” y cuando ya me lo dijo dos veces dije: “Dame el bolígrafo que como siga leyendo no lo hago”. Pone tantas cosas, que si te puede pasar esto, lo otro… Yo le dije al médico: “Todo lo que pone aquí no quieren ustedes que pase ¿verdad?” y me contestó: “Por supuesto que no”.
    —¿Qué recuerdos tiene de antes de entrar en quirófano?
    —A mi mujer la última vez que la vi fue el 16 de julio cuando fue a la diálisis, ingresó a las tres de la tarde y a las siete ingresé yo. Entonces bajé a la segunda planta, donde estaba ella para verla, la enfermera me dijo que no era hora de entrar pero le expliqué que yo al día siguiente me operaba y quería verla antes. Y hasta que no me dieron el alta no la vi, sólo hablamos por teléfono porque estábamos en plantas diferentes y yo, aunque estaba bien, no me podía mover.
    —¿Qué le dijo a su mujer al despedirse antes de la operación?
    —Yo pensé que íbamos a entrar los dos juntos al quirófano y le dije de broma: “Vamos a entrar los dos despiertos, nos van a matar a la misma hora y nos van a resucitar a la misma vez”.
    —¿Qué fue lo primero que hablaron después de la operación?
    —Por teléfono yo le pregunté cómo estaba y ella a mí, pero nos pusimos a llorar. Cuando me dieron el alta bajé a su habitación y a mí esa imagen no se me va de la cabeza, después de tantos días sin verla no tuve la cosa esa de arrimarme a ella a besarla, sino que me quedé agarrado a la cama mirándola y llorando, ella me decía: “No llores, que estoy bien”, pero es que a mí las palabras no me salían. Lo recuerdo todavía y me emociono. Como si me hubieran hipnotizado, yo quería hablarle, decirle algo, pero no me salía.
    —¿Cómo se encuentra ahora?
    —Estupendamente, gracias a Dios estoy muy bien, no me duele absolutamente nada. Hago mi vida normal, trabajo igual y no tengo ningún tratamiento. Más bien, al contrario, ha mejorado mi salud porque ahora como lo mismo que ella y antes hacía muchas burradas, de hecho pesaba 90 kilos cuando me operé y ahora peso 80.
    —¿Tiene que llevar una dieta equilibrada para evitar riesgos?
    —No es que la tenga que llevar, pero con tal de que mi mujer la haga pues como igual que ella. A mí el médico me dijo que llevara una vida normal pero que procurara no engordar. Sólo tengo que ir una vez al año a revisión, en noviembre hice la última y salió todo muy bien. Ahora, el pasado mes de julio, en Granada, al año de la operación, el mismo médico que la lleva a ella pidió una revisión para mí y ha salido todo perfecto, de hecho ella está cuidando del riñón mejor que yo, porque yo tenía la creatinina un poquito alta y ella la tiene estupendamente. Eso es lo que tiene que hacer, como no lo cuide se lo quito.
    —Y su mujer, ¿cómo está?
    —Ella está estupendamente también. Lo que pasa es que lleva 20 años de enfermedad y ha tenido muchos altibajos, ahora se queja porque está un poco hinchada. Pero no le duele nada, hace su vida normal… y ahora que yo tengo más tiempo libre siempre estamos juntos para arriba y para abajo, lo que antes sólo hacíamos los fines de semana.
    —¿Donar un riñón a su mujer es una prueba de amor?
    —Yo, quererla, la quiero lo mismo que el primer día, llevamos 28 años casados y cinco de novios, ya que la conocí cuando ella estaba en el colegio. Desde entonces estamos juntos, sólo nos hemos separado cuando hice el servicio militar.
    —¿Anima a la gente a donar?
    —Por supuesto, de hecho mi mujer y yo somos donantes, cuando fallezca todo lo que puedan aprovechar que me lo quiten, adonde vaya no me va a hacer falta.