Cristina Ruiz Galán. "Siento una enorme paz cuando porto a mi Cristo"

MARIAM LÓPEZ
Cristina es tan linda por fuera como por dentro. Ni es del barrio de San Juan, ni conocía esta cofradía, pero apenas vio el paso de El Calvario, su joven corazón supo que tenía que portarlo en sus hombros. Y así ha sido durante cuatro años. Estudia Derecho y dice emocionada que la tradición no está reñida con los nuevos tiempos. Y es así. Hace falta una juventud tan entregada y buena como ella. Gracias, Cristina.

    08 abr 2012 / 09:45 H.

    —¿Cuántos años lleva como costalera y cómo llegó a serlo de El Calvario?
    —Llevo cuatro años y llegué a través de mi hermana, que también era costalera. Cuando la acompañaba y veía los ensayos y la salida tan bonita que tiene de su iglesia, y ese Cristo tan bello, algo dentro me decía que yo también tenía que ser costalera. Y fíjate que ni soy de este barrio ni casi conocía esta cofradía. Pero ahora soy la primera en animar a otros a acercarse a ella, como a mi hermano menor, al que también le propuse que fuera costalero. Luego, a su vez, trajo a otros amigos.
    —¿Qué sintió la primera vez que se metió debajo del paso?
    —Es muy difícil describirlo. Emoción ante todo, un hormigueo en el estómago que me acompañó todo el recorrido por la tremenda responsabilidad de lo que llevaba en mis hombros, pero, al mismo tiempo, una paz interior impresionante porque mi Cristo me estaba dando fuerzas para seguir.
    —¿Qué preparación se requiere para ser costalera? ¿Cuánto tiempo llevan de ensayos?  ¿Considera imprescindibles los ensayos?
    —Preparación fuera de lo que son los ensayos, ninguna. Lo que se necesita es sentir de verdad, de corazón, lo que se hace, lo que llevas en tus hombros. Ya que llevas a Cristo y a su Madre ante Jaén, y eso es muy grande y las fuerzas no te pueden vencer. En cuanto a los ensayos, llevamos dos meses ensayando una vez por semana. Por supuesto que es fundamental ensayar y, sobre todo, en un lugar como el casco antiguo, donde el trazado de sus calles, su estrechez, lo empinado de las mismas y su empedrado hacen especialmente difícil el trayecto de la estación de penitencia. Además,  hay que tener en cuenta ante todo que las imágenes datan del siglo XVI, por lo que hay que tener especial cuidado al portarlas. Este año llevamos banda de música, por lo que fue necesario aunar paso y música, para que no fueran descompasados, y para ello también son importantes los ensayos.
    —El paso del Calvario es uno de los más grandes y con más imágenes de los que procesionan en la Semana Santa jiennense. ¿Cuántas costaleras lo portan y cuánto peso soporta cada una?
    —Debajo deberían salir cuarenta y dos costaleras, pero salen menos. Varían por años, unas veces hemos estado treinta y ocho, otras, cuarenta. La verdad es que hace falta la ayuda de gente que se anime. Respecto al peso, podemos soportar unos cuarenta kilogramos sobre nuestros hombros, por eso es necesario hacer muchas paradas en nuestro recorrido.
    —-¿Cuántos turnos hay?
    —Bueno, somos una cuadrilla de costaleras y otra de costaleros, pero nos vamos repartiendo en distintos turnos. La salida la hacen los hombres, que bajan el paso por la calle de los Caños hasta los Jardinillos, donde nosotras lo cogemos hasta pasar la Carrera oficial. Luego ellos nos dejaron el paso, por primera vez este año, para pasarlo por el Arco de San Lorenzo. Finalmente, lo vuelven a coger para la entrada en la iglesia, porque tiene una gran dificultad y se requiere una fuerza que nosotras no tenemos. El paso por el Arco de San Lorenzo lo recomiendo especialmente, porque es uno de los puntos más bellos de nuestra Semana Santa, para ver procesionar, en particular, nuestra estación de penitencia. Pero también en la calle de los Caños, que recuperó, después de muchos años, su paso procesional por allí. Es un lugar que impone, ya que se trata de un calle no solo estrecha, sino también muy empinada. Estoy segura de que emocionó a quienes la vieron ahí.
    —¿Existen momentos en que les fallan los ánimos? Si es así, ¿qué les hace sacar las fuerzas?
    —A mí, personalmente, pensar que llevo al Cristo en mis hombros. Nunca fui muy devota, ni me llamaron la atención estas cosas, pero desde que lo experimenté la primera vez y tuve esa sensación de llevar a mi Cristo, me saca las fuerzas cuando no las tengo. También es importante la hermandad que existe entre nosotras. Cuando alguna no puede más, las demás la arropamos, la apoyamos, le damos ánimo; si se tiene que cambiar de sitio para que descanse, se cambia sin problema. Para eso estamos, para ayudarnos entre nosotras.
    —¿Qué opina de que la Semana Santa de Jaén esté adoptando modas de otras como la sevillana?
    —Yo estoy en contra. Nuestra Semana Santa tiene sus propias costumbres, su propia tradición y no tenemos por qué adoptar la de otro lugar, con lo bonita que es la nuestra. Para empezar, hemos hablado toda la entrevista de costalera y este término no es el correcto. El costal es el que se utiliza en Sevilla. Nosotras, en realidad, somos cargadoras, porque llevamos el paso sobre ambos hombros. En alguna cofradía se ha introducido el costal y el paso sevillano. Creo que esto en Jaén es un error porque el costal es para llanear y todos sabemos que Jaén no es llano precisamente. Por eso digo que cada Semana de Pasión es propia y no debe adoptar modas de otra ciudad, porque, al final, le perjudican.
    —¿Qué se siente cuando la lluvia impide sacar a las imágenes, tras tanto esfuerzo, un año de espera y preparación y los gastos que conlleva tener a punto la estación de penitencia?
    —Es muy difícil explicar esa sensación. Te inundan las emociones, miras la cara de tu Cristo, lo ves rodeado de lirios, tan bello, con la Virgen del Silencio a sus pies. Es un grupo escultórico tan impresionante que consideras injusto que no luzca su hermosura por nuestras calles. Intentas evitar las lágrimas, pero es imposible, porque siempre hay quien arranca a llorar y te contagia esa pena de no vernos con el Calvario en la calle. Pero, por otra parte, me consuela que todo el año está aquí para mí, porque no se trata solo del Viernes Santo. La cofradía nos necesita cada día del año, y yo vengo a ver a mi Cristo cada vez que puedo.
    —-¿Recuerda alguna anécdota o algún momento en que le haya invadido la emoción y se haya sentido orgullosa de ser costalera de El Calvario?
    —Recuerdo dos momentos especialmente. El año pasado, que decoré al Cristo con las flores, cuando le estaba distribuyendo los lirios a sus pies, me quedé mirando a sus ojos. Entonces hubo un momento que me estaban hablando y yo ni les escuchaba. Fue un instante de verdadero recogimiento con mi Cristo. Otro momento fue mi primera salida durante el trayecto oficial por la Carrera. A pesar del cansancio —no sé cómo se vería el paso desde fuera—, pero puedo asegurar que lo viví con una paz y una armonía conmigo misma que parecía que iba flotando de lo bien que me sentía en esos momentos.