Crisis económica: ¿Otra guerra civil en España?
Luis Miguel Sánchez Tostado desde JAÉN. Entre las causas que los historiadores señalan como la génesis de la guerra civil española figuran: 1. Polarización de la sociedad en dos bandos políticos entre los que existía una fuerte tensión. 2. Una economía atrasada, incapaz de satisfacer las necesidades del pueblo, 3.
Una oligarquía terrateniente solo preocupada por sus beneficios e incapaz de los cambios más elementales, y 4. Una estructura social con abismales diferencias entre pobres y ricos, con una pequeña oligarquía poderosa, unas clases bajas en continuo crecimiento y una clase media insuficiente para servir de elemento equilibrador. ¿Les suena? Cuando, gobernando la derecha, los sindicatos anunciaron las huelgas generales de 1934 en España había 700.000 parados que representaba el 18% de la población activa (PA). En estos momentos el paro casi alcanza los 6 millones de parados que supone el 30% de la PA, esto es casi el doble de paro obrero que en los años previos a la guerra civil española. La historia se repite. Por entonces el presidente de la Generalitat de Cataluña, Luis Companys, rompió relaciones con las instituciones republicanas y proclamo por su cuenta el Estado catalán. Los jornaleros padecían el paro crónico y las condiciones de alquiler de los braceros fueron abusivas. No se les respetó el salario mínimo debido a la abundancia de jornaleros, lo que suponía sobrevivir en el umbral de la subsistencia. Se quiso paliar la situación con la reforma agraria, pero las oligarquías terratenientes y la crisis mundial impidieron que se llevara a cabo. La industria se estancó al no poder vender sus productos en el extranjero. La inflación por la crisis de 1929 agravó la situación económica. 28.000 familias fueron desalojadas de las parcelas que cultivaban en fincas de los señoritos. La situación derivó en conflictos sociales que fueron reprimidos violentamente (véase Wikipedia: “Segundo bienio de la Segunda República Española”). Cientos de miles de personas fusiladas, bombardeadas, encarceladas y exiliadas para alcanzar un bienestar social heredado que no hemos sabido administrar. Costó una guerra civil, una dictadura de cuarenta años y una difícil transición democrática de siete lustros. Casi ochenta años de lucha tirados al garete. Nuestros políticos, ineptos vividores a los que la crisis no les afecta, oprimen al pueblo con la mayor destrucción de empleo de la historia, con vergonzosos niveles de corrupción, rescatan bancos permitiendo el desahucio de miles de familias, se cargan la educación y la sanidad, suben impuestos, y hacen “de pago” el único recurso que le queda al pobre para reclamar: la Justicia. A estos políticos hijos de mil padres les salva el conformismo consumista de las generaciones contemporáneas que no conocieron aquella guerra. De persistir esta situación llegará un momento en que los niños de la Play y los Smartphone ya no tengan paga, ni los padres qué comer porque los abuelos murieron y la pensión se acabó. Será entonces cuando los desesperados, sin nada qué perder —porque el hambre pierde el miedo—, escribirán un nuevo ciclo revolucionario con sangre y represión. La historia es cíclica. Está escrito.