“Creemos que la muerte de Mamadou se pudo evitar”

Se llamaba Amidou Abou Gaye, pero los muchos amigos que tenía en Jaén lo conocían cariñosamente como “Mamadou”.

07 ago 2015 / 10:08 H.

Era mauritano, tenía 49 años y falleció el pasado lunes en el centro de transeúntes, apenas cuatro horas después de haber sido dado de alta en el hospital. “Creemos que su muerte se podía haber evitado. Queremos que se investigue si recibió la adecuada atención sanitaria”, asegura Pedro Pajares, un arquitecto jiennense que conoció al fallecido hace unos meses. A su lado, Juan Carlos Cañada mueve la cabeza en señal de asentimiento: “Era una excelente persona, un hombre extraordinario”, añade este taxista de la capital. Hasta el pasado lunes, Pedro y Juan Carlos eran dos perfectos desconocidos. La muerte de Mamadou los ha unido en una lucha en la que intentan que la Justicia aclare qué pasó en el último día de vida de su amigo.

Se sabe que el temporero mauritano acudió a Urgencias alrededor de las nueve y media de la mañana. Había sufrido un desvanecimiento y se encontraba mal. “Le dieron de alta casi a las dos y le recetaron un medicamento para el vértigo”, asegura el joven arquitecto, quien recogió a Mamadou en el centro sanitario a las cinco menos veinte de la tarde. “Quería llevarlo a mi casa para que descansara y, poco antes de llegar, sufrió otro mareo. Un señor llamó a Urgencias y contó lo ocurrido. Le dijeron que ya lo habían atendido y que se tomara las pastillas. No obstante, poco después acudió una ambulancia. Eso sí, solo iba el conductor”, explica. Para entonces, Mamadou se encontraba mejor, al menos aparentemente: “Decía que tenía mucha hambre y mucha sed, pero nada más”. No quiso ir al hospital otra vez, según cuenta su amigo, al que pidió que lo llevara al albergue.

Comió un “kebab” por el camino. A las seis, llegaron al centro de la Avenida de Granada. Media hora después, el temporero mauritano estaba muerto: “Su compañero de habitación notó que tenía una respiración muy agitada y rara y avisó a los responsables, que llamaron al 061. La respuesta es que no iban porque ya lo habían atendido en el hospital y que debía tomarse la medicación recetada”, explica Pedro Pajares. Su estado fue empeorando con el paso de los minutos y las llamadas pasaron a ser desesperadas: “Siempre dieron la misma respuesta”, añade. Finalmente, Mamadou murió a las seis y media. La autopsia ha desvelado que el fallecimiento se debió a un problema cardiaco, si bien nunca había manifestado síntomas anteriormente.

“Una gran persona”. Ahora, varios de los amigos que el temporero africano tenía en la capital quieren depurar responsabilidades y apoyarán a la familia del fallecido para que se persone en la causa abierta por el Juzgado de Instrucción número 1 de Jaén. “No se puede dejar pasar lo ocurrido, porque nos puede tocar a cualquiera”, matiza Juan Carlos Cañada.

La historia de Mamadou es un ejemplo de superación. Se ganaba la vida como pescador en su país natal, pero, en 2005, una avería del navío en el que viajaba, lo dejó “atrapado” en Canarias, sin posibilidad de regresar a África, donde dejó esposa y tres hijos pequeños. Poco después, pudo viajar a la Península, donde vivían ya varios de sus hermanos y comenzó a trabajar en todo lo que le salía, siempre como jornalero: en la fruta, en la vendimia y en la aceituna. Enviaba dinero a su familia siempre que podía para ver cumplido el sueño de su vida: construirse una casa en su ciudad, Kaedi, que ya tenía casi terminada. “Era un trabajador nato”, explica el taxista.

Sin embargo, no encontró tajo en la última campaña de aceituna y eso hizo que se quedara en Jaén capital. Desde noviembre, dormía en cajeros y vivía de la caridad: “No era un indigente. Todo lo contrario”, sostiene Pedro Pajares. El joven arquitecto conoció a Mamadou a las puertas de su bloque, en la Avenida de Andalucía, donde se ponía a pedir limosna: “Mucha gente lo ayudaba porque se hacía querer”, aclara. También se granjeó la amistad de “todos los taxistas de Jaén”: “Una persona muy abierta, humilde e inteligente”, recuerda Juan Carlos Cañada.

En mayo, Mamadou encontró trabajo en Lérida, para recoger frutas. Antes de marcharse, muchos de sus amigos jiennenses quisieron brindarle una despedida y celebraron una cena: “Para nosotros era uno más de la pandilla”. La semana pasada, el temporero regresó a Jaén porque debía renovar sus papeles de residencia. Ayer mismo, tenía concertada una cita en la Subdelegación para completar los trámites y volver, cuanto antes, al tajo. Ahora, su cadáver espera en una cámara frigorífica para poder ser repatriado a Mauritania.