09 jun 2014 / 22:00 H.
Me juré a mí misma que no lo haría. Que no cedería a la tentación. Que otros muchos ya habían copado tiempo y esfuerzo en ello. Y que, mi colaboración mensual en este medio de comunicación, no debiera ocuparse de un tema sobradamente trillado en tertulias y noticieros. Pero llegado el momento, casi siento que es una traición a la ciudad de Jaén, no hacer ni una mera alusión al desengaño más doloroso que en los últimos tiempos hemos sufrido. En mi caso, el mundo futbolístico, en general, no me atrae lo más mínimo. Hubiera preferido, haber dedicado el fin de semana pasado, a hacer un recorrido amplio y contrastado de las abundantes y detalladas noticias, versadas en torno a los asuntos tan interesantes que nos invaden en estos días, como es el setenta aniversario del desembarco de Normandía o la abdicación del rey Juan Carlos y su consiguiente reivindicación, de una parte de la sociedad, de la III república. Pero sucumbí, y confieso que seguí el evento. Por eso, y desde entonces, me resulta imposible sustraerme a la apesadumbrada atmósfera que se respira en la ciudad. Las interminables quejas, críticas, lamentos, disgustos, protestas, reproches y desconsuelos, pesan demasiado en el ambiente, como para mantenerse al margen. Y es que, ciertamente, aparte de aficiones deportivas, el descenso del Real Jaén, supone un enorme varapalo para los intereses, de todo tipo, ya enormemente maltrechos, de nuestra ciudad. Por todo ello, me solidarizo con todos y cada uno de los jiennenses que apoyaron el pasado sábado a su equipo. Los que fueron al estadio, a sabiendas de que, fuera como fuera, no iba a resultar ser una tarde apacible, y los que siguieron el partido desde radio o televisión, pero con su alma puesta en el campo. Con los que lloraron y con los que, por vergüenza, se contuvieron. Con los que sintieron tocar la victoria con la punta de los dedos y vivieron instantes de regocijo. Y, por último, con los descreídos desde antes de que empezara el partido, porque su desesperanza fue forjada a base de la costumbre.