Conviviendo con los rayos

ÁNGEL PLAZA CHILLÓN desde LA IRUELA. Las tormentas son un fenómeno meteorológico bien conocido por las personas que trabajan en contacto directo con la naturaleza, como agricultores, ganaderos y pescadores. Se forman rápidamente, y también desaparecen con velocidad, pero en el tiempo en el que permanecen activas pueden dejar gran cantidad de precipitación, en forma de lluvia o granizo.

    10 ene 2013 / 19:29 H.

    El medio rural puede verse afectado por una de estas tormentas. Los cultivos, pueden quedar anegados en caso de que vayan acompañados de lluvias torrenciales, o incluso destruidas en aquellos casos en los que el granizo hace acto de presencia o, lo que es más importante, ver erosionada la capa de tierra, donde se sustenta el trabajo agrícola. A menudo la formación de una tormenta puede suponer un riesgo potencial para las personas que se encuentran trabajando en el exterior. Además de la precipitación asociada a este fenómeno, es necesario destacar el impacto eléctrico que se forma durante el desarrollo de las nubes. Típicamente las nubes de tormenta experimentan un gran crecimiento vertical. Durante esta fase de crecimiento, las partículas que hay en su interior chocan entre sí, dando lugar a un proceso de electrificación por el cual la nube queda polarizada, es decir, en general con una acumulación de carga negativa en su parte inferior y positiva en su parte superior. El potencial eléctrico aumenta a medida que crece la concentración de la carga. Cuando su valor es muy elevado puede producirse el rayo, el cual actúa de la misma forma que la corriente eléctrica convencional, haciendo que se muevan cargas negativas de la zona de mayor potencial a la de menor. Una forma sencilla de entender el rayo que se produce entre las nubes y la tierra es pensar en el acto eléctrico que se produce en herramientas como, por ejemplo, las soldadoras por arco. En general podemos decir que se producen dos tipos de rayos: los que se producen entre las nubes y los que transportan carga entre la nube y la tierra. Son estas últimas las que más deben preocupar a la personas que trabajan en zonas expuestas, como agricultores y ganaderos, ya que los impactos de rayo en tierra pueden acarrear daños a personas y estructuras que pueden llegar a ser muy considerables. Realmente la energía que transporta un rayo no es excesiva. A menudo se habla de que es el equivalente a la energía que haría falta para mantener una bombilla encendida durante un año. La potencia del rayo viene dada, por el tiempo tan breve (del orden de milésimas de segundo) en el que se produce dicha energía. Siempre que exista la posibilidad de refugiarse dentro de un vehículo, deberá hacerse, ya que este está aislado del suelo por la goma de los neumáticos. En cualquier caso es necesario cerrar ventanas para evitar las corrientes de aire. Si no existe dicha posibilidad, es imprescindible no buscar refugio debajo de los árboles aislados ya que, son puntos preferentes para el impacto de un rayo en descampados, y dicho impacto podría terminar afectando a la persona o personas que han buscado refugio. Si no hay posibilidad de encontrar otra protección y es evidente que están cayendo rayos muy cerca, una buena opción puede ser permanecer en nuestro cuerpo al tener los pies juntos. Como norma general, podemos saber si una tormenta se está alejando contando los segundos que transcurren entre el rayo y el trueno. Si este tiempo es cada vez mayor y teniendo en cuenta que la velocidad del sonido es de unos 340 metros por segundo, si el tiempo entre el rayo y el trueno es de diez segundos, la tormenta está ya más de tres kilómetros, por lo que puede ser relativamente seguro volver a salir al exterior.