14 nov 2015 / 09:42 H.
La situación de contaminación atmosférica que vive Madrid, duplicando los parámetros que perjudican la salud de los ciudadanos, es extrapolable, pero con otras cifras de población, a otras tantas ciudades españolas. La contaminación real sumada a las peculiaridades meteorológicas de estos días propician que las estaciones marquen registros preocupantes, sobre todo, de mantenerse la situación durante más tiempo. La capacidad de regeneración y calidad del aire es limitada cuando se le somete a la presión contaminante de grandes ciudades. Solo ante estas situaciones excepcionales se toman medidas, algunas de dudosa valía por su improvisación, para frenar unos índices que, sin duda, tienen una repercusión directa en la salud. Es ante estas situaciones cuando cobran protagonismo, de nuevo, el transporte público y opciones para compartir el privado. Otras ciudades, sin embargo, obvian el impacto de la saturación de tráfico con la consabida contaminación del aire, acústica y pérdida de calidad de vida y no solo no son capaces de gestionar con acierto el escaso transporte público sino que se dan el lujazo de mantener un medio como el tranvía parado. En esas seguimos en la ciudad de Jaén, obviando las ventajas de un sistema que, aunque deficitario, aporta unas ventajas que a la larga también se pueden cuantificar. De hecho, ya son legión los científicos que ponen en cifras el coste que la contaminación tiene en nuestras vidas actuales y, sobre todo, lo que implica el actual ritmo de contaminación. En cualquier caso esta generación de mandatarios mundiales no pasará a la historia, sin duda, por haber puesto freno a unos de los dramas futuros de la tierra. Creen que lo importante siempre puede esperar.