Conspiraciones al margen
Diez años después tenemos, al menos, una fotografía. La de las víctimas unidas por el recuerdo a sus seres queridos. Atrás queda un periodo oscuro, alentado por el burdo interés político, la bajeza moral de quienes desde el primer momento quisieron reducir sus propios daños ante el mayor atentado en la historia de España. Personajes oscuros que una vez ocultada la primera evidencia policial alentaron una conspiración a medida. La cuidaron. Hoy casi no están, aunque se les reconocen los servicios prestados.
Y algunos de sus herederos, a regañadientes, con circunloquios vergonzantes, echan tierra sobre la hemeroteca y si pueden dejan un resquicio para la duda. También me quedo con los que se alejaron del guion del partido. Familiares de las víctimas —los únicos a los que siempre se les puede perdonar todo— mantuvieron las formas, no así quienes desde distintos púlpitos (Dios con su omnipresencia habrá tomado nota) alentaron lamentables cacerías. La persecución de Pilar Manjón es otro apéndice hiriente de esta historia judicialmente cerrada. Fue en el calor de las elecciones donde fijaron insensatas trincheras. Hay quienes abrazaron el mensaje cocinado por necesidad, otros, por el contrario, creyeron con sinceridad cualquier supuesta laguna de la investigación. Sin necesidad de coger distancia, como en “Operación Palace”, de Jordi Évole, a cada minuto la tropelía para mantener la trama era mayor. Es lo que tienen los falsos documentales, que basta con un cabo suelto, fuentes a las que otorgas credibilidad y ya tienes el relato. ¿Cómo te van a engañar? Pues sí, no fue ETA. Y por nuestra condición nos cuesta reconocer errores, perseveramos, callamos y esperamos que la tormenta amaine. Ya no estamos enfermos de presente, pero quizá tengan que pasar 20 años para que dejen de doler nuestras propias palabras.
En Twitter: @JMSerranoAlba