Conspiración del silencio

El discurso del estadista nos halaga a los ignorantes. La puesta en escena de la nueva temporada ofrece un decorado tradicional que produce emociones grimosas. El ramo da lo que brinda el hartazgo. En este país cultivamos repollos con denominación de origen, cuyo test de inteligencia supera al de la berza. No es culpa de la berza.

    28 dic 2011 / 15:55 H.

     Los ministerios se encargan de ir puliendo el neurocórtex cerebral para que entendamos mejor a un neandertal que a un estadista cuando dice que “los españoles han establecido un punto y aparte. Nos reclaman que escribamos una página nueva en la historia de nuestra democracia”. Los discursos navideños de los estadistas son la capa de merengue de un cuento del que ya conocemos el final del enésimo capítulo que oculta el garrote en términos de confianza, esperanza, esfuerzo, futuro, responsabilidad y otras chucherías, que adulan a un pueblo sin capacidad de penetrar hasta la pringue real de la cosa en sí, porque sus herramientas de análisis son producto de una degeneración de los elementales sentimientos, cultivados concienzudamente por un discurso didáctico que no sobrepasa las doscientas palabras, más adjetivos que sustantivos, molla metafórica, tradición y moraleja. Los discursos navideños de los estadistas repiten en bucle un balbuceo ensalivado que seguirá sirviendo como barniz para cubrir y encubrir a esa mano enguantada en látex que pasa las herramientas al matarife. Dijo Juan Carlos I: “Afortunadamente vivimos en un Estado de derecho, y cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley. La justicia es igual para todos”. Dijo Rajoy: “Porque España no está sola en el mundo. Dependemos de los demás. A esta gran voluntad de restauración de nuestra vida pública responde el programa de gobierno que pretendo exponerles y que se puede resumir en dos directrices fundamentales.  “La primera, estimular el crecimiento y potenciar la creación de empleo. Por esa razón, la segunda tarea a que me he referido antes consiste, precisamente, en asegurar la plaza que corresponderá a España y a los españoles en el mundo que surja de esta crisis y que no será ya el que hemos conocido hasta ahora. Y ese mundo está cambiando delante de nuestros ojos. A la salida de la crisis no habitaremos el mismo planeta que hemos conocido”. Ya la he visto: “El planeta de los simios”. El discurso antiguo del silencio con todas su parafernalia: tópicos, ambigüedades, promesas, gestos, ceremonias: la conspiración del silencio. Lo que va a aplastar al pueblo es lo que calla el estadista. La maquinaria más destructiva es la que no hace ruido. 

    Guillermo Fernández Rojano es escritor