Congreso sí o no
Con el electorado del pasado 22M ha ocurrido algo parecido a la convicción que manifestaba Santa Teresa de Ávila hace cinco siglos: prefiero un confesor sabio e ilustrado aunque adolezca de piedad, (léase, sea un poco o un mucho golfo), a un confesor que sea tonto, con lo que, sin pretender atribuir ninguna clase de oligofrenia al PSOE, el cual representa la izquierda posible en este país, busco por aproximación una respuesta no tanto a la barrida electoral que ha propiciado el PP como a las secuelas estratégicas e incluso estructurales que se están derivando en la formación política derrotada.
Tal vez, el primer subrayado deba de ser el enfatizar que por muy amplia que sea la pérdida de poder, ello no debe conducir al derrotismo y al shock irreversible, como se sugiere por los triunfadores. Sobre ellos pende, más que sobre cualquier otro partido, episodios de corrupción, el cáncer del nepotismo e incluso de simonía. Y aparecerá con todo su efecto descalificador. Pasa igual que con la aplicación de las leyes de Mendel, no se sabe si en ésta o en sucesivas contiendas electorales, pero al final se mostrará el guisante negro del ludibrio entre los demás guisantes verdes. Ya veremos. Pero, pese a lo cual, es lo cierto que no carece de sentido la defensa que por algunas federaciones socialistas se está planteando sobre la necesidad de realizar una reflexión colectiva para rediseñar la estrategia de la izquierda en este país. Ese no es sólo el problema principal, como lo evidencia la circunstancia de que la izquierda haya extraviado su discurso en esta Europa de las libertades y del bienestar. A mi modesto entender, la socialdemocracia europea ha fracasado en la forma en que sus exégetas la diseñaron hace cuarenta años, con la particularidad de que se aceptaba la connivencia con el neoliberalismo. La crisis actual ha firmado su certificado de defunción. ¿Cómo se armonizan las feroces exigencias de los mercados con los postulados de la socialdemocracia que se declara inane en la defensa de los más desprotegidos? En todo caso, sinceramente, no creo que la celebración de un Congresos pueda suponer tiempo suficiente para que se produzca un rearme ideológico que pasa por una nueva interpretación de la socialdemocracia de entreguerras. Esa es la cuestión. El PSOE haría bien en afrontar los nuevos retos con un poco o un mucho de paciencia. Los ciclos electorales suelen durar ocho años. Tampoco es tanto. La celebración de primarias resulta necesaria, pero podría suplirse con la celebración de un Congreso a finales de este año, cuya cláusula se hiciese casi simultánea con la convocatoria de elecciones. Y mientras tanto que ZP haga las reformas que aún están pendientes, y la señora Chacón no se escandalice con la música de los cuchillos largos. En este partido, han existido no una sino muchas noches de navajeo. Es la dialéctica del poder, por muy precario que ahora se divise el horizonte.
Ramón Porras es abogado