Confiemos en Rajoy y Rubalcaba

He de dedicar este artículo a los señores Rajoy y Rubalcaba porque acabo de escuchar los resultados de una encuesta en la que los ciudadanos dicen que tienen nula o muy poca confianza en ellos, y considero muy grave ese dato porque representan al menos al 80% de los votantes españoles. Es evidente que la mayor parte de los ciudadanos coincide en la impresión, espero que equivocada, de que los dos aludidos son unos ‘segundones’ y en absoluto dan la talla como primeros espadas.

    31 ago 2012 / 08:10 H.

    La situación en la que se encuentra la sociedad es de crisis y desesperanza y puede que esto influya de manera harto negativa a la hora de contestar una encuesta, pero este paupérrimo resultado no sólo es un toque de atención para nuestros políticos, sino que debería ser un acicate para intentar mejorar en el cumplimiento de sus deberes como gobernantes. Y ese deber en primer lugar es defender la democracia que ahora es posible que comience a estar amenazada con el inevitable resurgir de opciones totalitarias que suelen florecer cuando la sociedad está abrumada por el peso de los problemas sin resolver y hay una falta de liderazgo, ideas y planes de actuación por parte de los gobernantes. Y sin embargo, es posible que los señores Rubalcaba y Rajoy tengan la maravillosa oportunidad de pasar a la posteridad y hacer historia de España con mayúsculas, si son capaces de ponerse de acuerdo en lo que de verdad importa ahora a la sociedad a la que representan y arreglan esta situación crítica en la que nos encontramos inmersos. Para ello quizás deberían pensar en acometer una profunda reforma de la estructura del Estado, de tal modo que se reduzca el peso del gasto público, eliminando aquellas instituciones que son superfluas y aportan poco o nada a la correcta gestión de los servicios y necesidades de la ciudadanía. Me refiero al Senado, las comunidades autónomas, la duplicidad entre diputaciones y corporaciones locales, las empresas públicas creadas para mantener paniaguados con carné de partido incluidos los nacionalistas y un largo etcétera que seguro podrán encontrar incluso prescindiendo de algunos asesores. Es evidente que para recorrer ese camino habría que reformar la Constitución, problema grave que requiere mucho tacto y sentido de Estado por parte de todos los partidos, ya que alcanzar un consenso aceptable por la mayoría requiere grandeza de miras y talla política, porque ese es un tema que provoca cierta aprensión en esta sociedad, pero cuando comprendan y asuman que ese puede ser el camino correcto, quizás logren alcanzar ese consenso que lo haga posible, aunque para ello tengan que hacerse el ‘haraquiri’. No será una muerte política en vano, porque ese sacrificio los hará grandes en verdad y quizás las próximas generaciones tengan una deuda de gratitud para con ellos.
    Francisco Casas es escritor