Condena de casi 40 años por matar a su mujer e intentarlo con sus hijos

Rafael Abolafia / Jaén
José M. G. pagará con casi 40 años de cárcel el asesinato de su mujer, el disparo que dejó malherido a su hijo y el intento de arrojar a su hija por el balcón. Así lo ha decidido la Audiencia en una sentencia en la que no ha tenido en cuenta la atenuante de embriaguez planteada por la defensa del autor del crimen de Santa Elena.

    06 mar 2009 / 12:25 H.

    Los hechos ocurrieron el 7 de mayo de 2007 en el domicilio familiar. Por la mañana, José M. G. discutió con su mujer. Ella le recriminó que no ayudaba en casa. Él se arregló y se marchó muy enfadado. Estuvo todo el día bebiendo y no regresó hasta la tarde. A la primera que vio fue a su hija Elena, que estaba en la planta baja de la casa: Le preguntó por su madre y la joven, que entonces tenía 17 años, le dijo que estaba arriba. José M. G. comenzó a subir las escaleras. “Venga, que os vais”, le dijo a su hija. Al mismo tiempo, cogió una de las seis escopetas que tenía en su casa por su afición a la caza. En el dormitorio, apuntó a su mujer: “¿Me vas a disparar?”, preguntó ella. Al girarse, el que fue su marido durante 22 años la mató de un tiro.
    José M. G. alegó en el juicio que ese día sólo quería asustar a su familia y que mató a su mujer en un forcejeo. Sin embargo, las pruebas desmontaron su coartada y así lo han plasmado los magistrados de la Sección Tercera: “Disparó a su mujer por la espalda, de forma sorpresiva y aprovechando que no podía oponer defensa alguna”, dice la sentencia. Al escuchar la detonación, el hijo mayor, Luis, subió para ver qué había pasado: “Sin mediar palabra, ni darle tiempo a huir, José M. G. le disparó a bocajarro”. El joven estuvo casi dos meses en el hospital, aunque logró sobrevivir. Su padre dijo que le había disparado para que no sufriera por lo que había hecho con su madre. La sentencia considera, igualmente, que el asesino quiso matar a su hija. Comenzó a cargar la escopeta. La joven se dio cuenta y, “en un acto de coraje sin igual”, logró arrebatarle el arma. José M. G. volvió a intentar acabar con la vida de su hija. En esta ocasión, la agarró para tirarla por el balcón. La salvó un vecino que acababa de llegar a la casa.
    La sentencia desestima la atenuante de embriaguez, prácticamente la única baza que tenía la defensa. La Audiencia entiende que José M. G. había bebido, pero no lo suficiente como para perder el control de sus actos. Para ello, aporta el testimonio de los amigos que, ese día, estuvieron con él en los bares y que aseguran que lo vieron irse “de forma normal”.