Con la que está cayendo
Cuántas veces hemos escuchado esta frase últimamente, justificando nuestro conformismo junto a un «no me puedo quejar». Resignación. No nos queda otra que mirar los atropellos sin nombre —también faltan adjetivos— que se suceden un día y otro. Sin palabras. Es cierto que siempre ha habido corrupción, pero sin duda se ha incrementado de manera exponencial tras el golpe de Estado del liberalismo financiero de la última década. Es difícil encontrar en la modernidad épocas de tanta miseria humana, y vemos lo que sucede a nuestro alrededor con estupefacción. Por ejemplo, ante los recortes en educación, hay que pensar en aquellos estudiantes que se han formado en la escuela pública, que tuvieron becas desde pequeños hasta terminar la carrera, disfrutando incluso de ayudas para doctorarse, y que hoy en día están en paro o van a emigrar fuera de España. La inversión no puede haber estado más desperdiciada, todo sea por desestructurar el sistema público de educación, desprestigiar su calidad y potenciar lo privado donde, ya se sabe, los títulos se conceden no por el mérito personal sino por la fuerza del dinero. Lo cierto, sin embargo, es que yo no estaría aquí si no hubiera habido una educación como la que hubo, con sus defectos, que también los tuvo, aunque aspiró a ser gratuita y universal, como de hecho fue. Lo subrayo porque estoy agradecido, pero también porque muchos niños y jóvenes esperan una beca para salir adelante, y más en estos tiempos que corren, con la que está cayendo.
JUAN CARLOS ABRIL Escritor
JUAN CARLOS ABRIL Escritor