Con la mirada de un aprendiz

Su infancia son recuerdos de una calle empedrada de Baeza… parafraseando al genial Machado, esa figura que tan presente está en el alma de la ciudad patrimonial. Así lo siente también Carlos Tajuelo, tanto que el mismo poeta puede que haya inspirado su gran pasión por la fotografía y esa curiosidad innata para ver el mundo de otra manera. Porque si hay lugares fotogénicos en el mundo, uno de los mejores con diferencia es su pueblo.

27 jul 2015 / 09:07 H.


Ha recorrido una veintena de países del globo terráqueo y, entre todos los lugares que ha podido visitar, se queda con un rincón inigualable que no ha sido capaz de encontrar en ningún sitio: la Plaza de Santa María. Una joya del Renacimiento en la que disfruta de un especial remanso de paz. Igual que pasear por la muralla, donde se contemplan atardeceres únicos con el río Guadalquivir al fondo, o con el “Serronatín”, como lo llaman los baezanos. Se define como aprendiz de la fotografía, a pesar de contar con más de una treintena de premios y distinciones en su trayectoria profesional detrás del objetivo. El último fue el año pasado, el tercer premio Abeja de Oro de la Confederación Española de Fotografía, aunque también es obligado citar el National Geographic 2012 a la mejor fotografía, entre otros muchos.

Este año trabaja en dos grandes proyectos personales, uno más cercano, en septiembre, con una exposición colectiva sobre “los miedos”, en la que presentará una obra de gran formato, 1,30 por 2 metros, que será un autorretrato jugando con sombras y movimiento. Más a largo plazo prepara unas fotografías que darán pie a un libro y a una exposición en los que refleja a pacientes de manera que no se les estigmatice. Porque los protagonistas de sus instantáneas son las personas, con esa perspectiva, entiende la fotografía como una necesidad. “Para encontrarme a mí mismo, no como un negocio”, puntualiza.

Aunque se marchó de Baeza con 17 años, le encanta volver y reencontrarse con su gran colega Pedro Salcedo,—“con él me he criado”— y ese bacalao a la baezana o las alcachofas de “Juanito”. Ahora también tiene la excusa perfecta para ver a su nuevo sobrino, Luis, de menos de un año, hijo de su hermano mayor.

Espera repetir este año una ruta por Etiopía, país en el que estuvo el año pasado, y que fue inolvidable, aunque quizás el país que más le haya marcado de todos es Nepal. Sin embargo, no es el típico turista con la cámara al hombro, las fotos las deja para muy primera hora del día o para después del atardecer. El resto, a disfrutar del viaje. Y se trae imágenes para revivir los mejores momentos, hasta que lleguen los nuevos.

Si bucea en la memoria cree ver que el placer por los grandes viajes quizá se lo inculcaron en su infancia en el colegio de las Filipenses, esas religiosas misioneras con las que aprendió a crecer como persona y comenzaron a forjarle el carácter. Un tanto peculiar, porque va por la vida sin móvil y sin reloj. Todo un lujo que pocos pueden permitirse.