Comunidades virtuales que globalizan las relaciones

Jesús Vicioso Hoyo
Habrá quien piense que las redes sociales son un invento de los albores del siglo XXI. Pero los griegos clásicos se enfadarían por menospreciar su ágora, los romanos tendrían que saltar a la palestra para reivindicar su foro y las plazas de todos los pueblos se sentirían humilladas. Como si el ágora, el foro o la plaza no hayan sido auténticas comunidades de relaciones interpersonales por sí mismas.

    17 jul 2011 / 10:06 H.

    Como si en estos rincones ciudadanos no se hubiesen albergado auténticos encuentros directos durante generaciones enteras. No, las redes sociales no son un invento de las nuevas tecnologías, aunque es indudable que las nuevas formas de interconexión humana son distintas y más diferentes que nunca. ¿Por qué? Por la globalización y su consiguiente superación de fronteras y, por tanto, barreras. La inmediatez propia de internet, unida a la necesidad de contacto con sus iguales del ser humano como ser social son las razones del éxito de portales digital como los internaciones Facebook y Twitter o el español Tuenti. Solo el primero de estos espacios tiene más de setecientos cincuenta millones de perfiles y ha llegado a superar en tráfico de visitas virtuales al omnipresente todopoderoso buscador Google. Y no hay que echar la mirada muy atrás para comprobar el impacto de la influencia del segundo, que movilizó a miles de personas “indignadas” a través de la red para salir a la calle el pasado 15 de mayo para acabar consolidando el término del Movimiento del 15-M. Igualmente, no poco han tenido que ver estas comunidades virtuales en las recientes revueltas del mundo árabe de la pasada primavera.
    Las nuevas redes sociales de internet sirven para compartir y enlazar opiniones, informaciones, fotografías, vídeos o audios a los amigos y conocidos que tienen la posibilidad de acceder a los espacios personales de cada uno de los usuarios. Ofrecen otro tipo de servicios como comunicaciones directas de texto —mediante chat— o audiovisuales —con webcam— e, incluso, la participación en videojuegos interactivos en los que cada uno de los jugadores participa con un rol personalizable. Sirven también para recordar viejos momentos mediante instantáneas que recobran vida al etiquetarse antiguos conocidos que, por cualquier razón, dejaron “en pausa” las amistades que, ahora, se “engrasan” a través de la magia cibernética, que la hay, por supuesto. Asimismo, además de para reencuentros, son sitios de alegría, pues la tristeza se aparca para otros rincones que no sean “muros”, esos espacios en los que aparecen las novedades que van ocurriendo en las biografía digitales de los contactos.
    Como todo, las redes están en continua evolución. Su función inicial de mero contacto a través de Facebook, por ejemplo, ha progresado en los últimos tiempos, y la preponderancia del compartir y comentar la vida en general frente a la esfera personal ha ido en aumento. De ahí que las publicaciones en los “muros” de enlaces a noticias de actualidad o artículos de relevancia haya crecido vertiginosamente. De nuevo, el continente fue superado por el contenido, como ocurre en el caso de Twitter, que, a pesar de su funcionalidad limitada y apariencia estática, ha logrado convertirse en algo trascendental. Nació como un simple portal de “microblogs”, de mensajes que podrían contener hasta un máximo de ciento cuarenta caracteres, pero ahora, la segunda red social con más notabilidad internacional —solo por detrás de Facebook— genera una cantidad ingente de informaciones y opiniones escritas, leídas, respondidas y reenviadas con una agilidad hasta ahora inconcebible. Unos doscientos millones de “tweets” o mensajes breves se envían al día, una cifra que aumenta de manera exponencial periódicamente.
    Otros gigantes de internet buscan conseguir esa parcela de interconexión social que genera tanta demanda. El buscador más importante del mundo lanzó, recientemente, la versión en pruebas de su nueva red social, Google+, tras algunos intentos anteriores que acabaron en fracaso. Es tal la transcendencia que le otorga el portal a su nuevo servicio, que lo integrará en el resto de funciones —como, por ejemplo, la del correo electrónico Gmail— y lo extenderá a todos sus usuarios.
    Una vez quitado el fal-so cliché de que este mundo virtual es solo una moda pasajera propia de los jóvenes, las nuevas redes virtuales seguirán cambiando el mundo día a día, como siempre lo han hecho. Pero ahora lo harán, como ya lo hacen, con instrumentos más rápidos, más globales y, por tanto, más sociales, y así se forjarán las nuevas vidas.