Comunidad rica, comunidad pobre
Manuel Campos Carpio desde Torredonjimeno. En las páginas de este periódico vimos hace unos días los lectores unos datos que reflejaban la importancia del olivar en la economía jiennense, y, por tanto, en el bienestar de los ciudadanos, porque ya se sabe que el dinero no da la felicidad, pero echa una mano, y un dato que aparecía era que el impacto del citado olivar en la economía de Jaén era del 30%, es decir, que es un sector clave, como todos sabemos.
En otra página aparecía una carta de José Castillo, de 81 años, que comentaba con tristeza que en su pueblo, Torreblascopedro, no hay recursos económicos industriales ni de otro tipo fuera del olivar. En otras localidades, como Torredonjimeno, estamos casi igual porque tenemos un polígono industrial que no consigue levantar cabeza y lleva muchos años estancado o en retroceso. Ante tal situación, que la cosecha de aceituna sea buena es la única esperanza de que entren y circulen euros por el pueblo, además de los de las pensiones, los sueldos de los funcionarios y los escasos ingresos que aporta el sector servicios en nuestros días. Es evidente que no somos una región próspera, sino todo lo contrario, y la pobreza está creciendo de forma alarmante, como en toda España. En estas estamos cuando vemos aparecer en los medios un día sí y otro también a dirigentes políticos que repiten machaconamente que Madrid, el País Vasco, Valencia y Cataluña pagan más que los demás y, por tanto, deberían recibir más. En Gran Bretaña pusieron en marcha el “estado del bienestar” a partir de 1945 con un objetivo fundamental: redistribuir la riqueza (y, de paso, alejar definitivamente el fantasma del marxismo de las Islas Británicas), y esta filosofía compensadora de las diferencias sociales se extendió por todo el mundo occidental; pero ahora no, ahora proponen que los ricos sean los beneficiarios de su riqueza y los pobres sigan en su pobreza, sin compensación interterritorial que ayude a limar diferencias y dar a todos los servicios básicos por igual. Aunque profanos en economía, muchos creemos que a los partidarios de esta opción insolidaria, respetable, por supuesto, les faltan datos, porque las comunidades pobres constituimos el mercado principal en el que las ricas venden sus productos, y cuando se les pregunta no saben contestar dónde venderán esos productos si el resto de los españoles decide comprar menos. Los grandes empresarios catalanes sí lo saben y, aunque tarde, se están manifestando: si este proceso insolidario, incluso separatista, sigue, perderán amplios sectores de sus mercados, de modo que trasladarán sus empresas a otros territorios. La pela es la pela y no se guía por sentimiento alguno. Lo primero que tiene que pensar un gobernante es en la manera de fomentar las riquezas de su tierra y mantener o ampliar los mercados para sus productos. Sólo esto traerá más riqueza, desarrollo y empleo a su comunidad.