Comienzan las vacaciones
Llegamos al punto en el que comienzan las vacaciones y nos vamos con la terrible sensación de que nada ha cambiado en estos últimos once meses en los que casi todos habíamos puesto cantidad de buenos propósitos y el correspondiente trabajo para conseguir mejorar la situación personal y por supuesto la colectiva como suma de los esfuerzos y sacrificios de cada uno de nosotros. A la gran mayoría de los españoles, durante toda esta legislatura, se les ha exigido arduos sacrificios con el pretexto de que es imprescindible apretarse el cinturón para evitar que el país caiga en la bancarrota, como si todos hubiesen sido unos manirrotos impenitentes que solo sabían pensar en consumir por encima de sus posibilidades a lo largo de tantos años de aparente bonanza. El pueblo llano ha aceptado esos sacrificios porque los ha impuesto el gobierno,
y hubiese seguido callando a pesar de que han recortado y mucho aquello que se ha dado en llamar el estado del bienestar, aunque lo cierto sería llamarlo el estado de la justicia social, porque todos han contribuido a generar la riqueza que hace posible mantenerlo, riqueza que de golpe y porrazo ha desaparecido, sin que nadie se explique cómo y porqué. Pero de pronto alguna gota ha colmado la paciencia de la gente común, quizás haya sido que ha visto que unos se enriquecían de mala manera, que otros se repartían prebendas y sinecuras sin ningún rubor, que la justicia flaqueaba a la hora de sancionar acciones perversas, que se legislaba de forma retrógrada sobre asuntos que parecía estar superados, que cada vez se hace más profunda la brecha entre aquellos que son y aquellos que simplemente pretenden sobrevivir, y entonces la gente del pueblo se ha puesto a pensar y han llegado unas elecciones y ha aprovechado el envite para dar un toque de atención más que importante; han visto un cambio de monarca y han querido opinar sobre la forma de Estado sin que nada ni nadie haya prestado oídos a un clamor que viene de lejos. Se han cerrado de nuevo muchas cosas en falso, y antes o después será necesario abrir la herida porque algo huele a podrido en esta democracia.