Comedia de un profundo amor entre una madre y un hijo
Mamá tiene ochenta y dos años y su hijo Jaime, cincuenta. Ambos viven en mundos muy diferentes. Jaime tiene mujer, dos hijos, una hermosa casa, dos coches y una suegra que atender. Mamá se las arregla sola y sobrelleva su vejez con dignidad. Pero un día ocurre lo inesperado; la empresa para la que trabaja Jaime lo deja en la calle por reajuste de personal. La lamentable situación lo lleva a decisiones drásticas porque no puede mantener su tren de vida.
La laureada obra de Santiago Carlos Oves Conversaciones con mamá, una historia que en la gran pantalla estuvo protagonizada por China Zorrilla y Eduardo Blanco, reúne sobre el escenario a dos grandes de la escena, María Galiana y Juan Echanove, que a la vez se encarga de la dirección. Conversaciones con mamá, una “comedia romántica” para Echanove, celebrará el aniversario de su estreno este viernes, en Jaén, en el Nuevo Teatro Infanta Leonor.
—María Galiana es, gracias a Cuéntame, la madre de media España y la abuela de la otra media. No le sería difícil meterse en el papel de su hijo...
—En Cuéntame, realmente coincidimos muy poco, pero en la gira de Conversaciones con mamá, tenemos una relación enormemente cercana. Yo, a María, no la puedo ver como una madre porque es una mujer tan situada en el mundo y tan contemporánea y activa, que la miro como una compañera y una amiga. Su forma de ser no es nada maternal, ni por asomo; es más una compañera de viaje excepcional y una compañera de escenario impagable.
—Y encima del escenario, ¿cómo describiría a estos dos personajes y la relación entre ambos?
—Es una comedia romántica, una relación de profundo amor entre un hijo y una madre. Un hijo al que su vida entera se ha ido al traste, al quedarse en paro, pero por su culpa, ya que su vida era pura apariencia, basada en lo material. Al desmoronarse, tiene que recurrir a su madre para que le saque las castañas del fuego. Y ella lo que hace es ponerle las cosas enfrente suya, como un espejo, para que se vea reflejado y vea en qué ha convertido su vida. Ambos personajes lo hacen con una brillantez y un sentido de humor que hacen que el espectador disfrute muchísimo de estas conversaciones tan exquisitas del hijo y la madre. A la vez, se agarra en el corazón, porque es muy tierna y emotiva.
—La obra toca uno de los asuntos que, desgraciadamente, están de actualidad. Los padres y los abuelos mantienen a la familia, no solo económicamente, sino moralmente.
—Este es uno de los temas que trata y podemos decir que el caldo de cultivo en el que se desarrolla esta relación es esta situación crítica que estamos atravesando, pero, aunque no lo estuviéramos haciendo, entenderíamos qué pasa. Realmente habla de que hay unas prioridades de valores, de las que, a lo mejor, nos hemos olvidado, como son la familia, los amigos, el cariño y la emoción, por otras que son bastantes prescindibles, como es tener un coche nuevo cada año. Son cuestiones enormemente comprensibles y yo creo que los espectadores se sienten muy reflejados.
—En Conversaciones con mamá no solo es hijo, también director. ¿Cómo decide embarcarse en este doble papel? ¿Qué es lo más difícil de dirigirse a uno mismo?
—Decidí embarcarme en la dirección a la vez que en la interpretación porque quise contar la historia desde mi punto de vista, contarla a mi manera. Y para dirigirte a ti mismo lo que necesitas es un concepto muy crítico y ser muy exigente, para serlo también después con los demás. Yo, en el fondo, he tenido la suerte de trabajar con grandes directores que han desarrollado en mí el ansia de dirigir. Y no es que uno lo vaya buscando, sino que hay proyectos que lo piden, como ocurrió con Conversaciones con mamá.
—Después de tanto tiempo en cartel, un año ya de gira, ¿cómo consiguen seguir sintiendo el nervio escénico y el interés por el texto de la obra?
—Trabajando desde la verdad. Es algo que a María y a mí nos une y por lo que me buscó para esta obra. María siempre me ha dicho que quería trabajar como siempre me había visto a mí y yo le preguntaba que a qué se refería. “Que pones toda la carne en el asador”, me decía. Además, este viernes, cuando estemos en el escenario, en Jaén, hará un año justo que estrenamos la función y será muy especial. Puedo asegurar, además, que los espectadores van a ver la misma entrega que siempre.
—Ya estuvieron en Peal de Becerro con la obra hace unos meses. ¿Cómo fue la experiencia?
—Fue el verano pasado, era en fiestas y fue estupendo. Peal hace un esfuerzo muy grande para meter los montajes en un teatro pequeño. Hubo que trabajar muchísimo, pero fue una noche inolvidable.
—Televisión, tanto ficción como presentador, cine y teatro. ¿Con qué se queda Juan Echanove?
—En este momento, con la función, no por nada, sino porque es con lo que estoy más comprometido. No me gusta encadenarme a ningún medio, ni hacer mi vida en un solo sentido; me gusta el ir y venir. Cada medio tiene sus reglas y por suerte me muevo con soltura en todos los terrenos, unas veces con mejor fortuna y otras con peor, pero los entiendo y me gusta alternarlos. En ese sentido, soy culo de mal asiento.
—¿Con qué sabor de boca se van del teatro los espectadores de Conversaciones con mamá?
—Emocionados, sintiéndose reflejados, entendiendo el sentido de la función y habiéndose reído mucho. Y con una sensación tierna de que el cariño tiene un sitio en la vida.
La laureada obra de Santiago Carlos Oves Conversaciones con mamá, una historia que en la gran pantalla estuvo protagonizada por China Zorrilla y Eduardo Blanco, reúne sobre el escenario a dos grandes de la escena, María Galiana y Juan Echanove, que a la vez se encarga de la dirección. Conversaciones con mamá, una “comedia romántica” para Echanove, celebrará el aniversario de su estreno este viernes, en Jaén, en el Nuevo Teatro Infanta Leonor.
—María Galiana es, gracias a Cuéntame, la madre de media España y la abuela de la otra media. No le sería difícil meterse en el papel de su hijo...
—En Cuéntame, realmente coincidimos muy poco, pero en la gira de Conversaciones con mamá, tenemos una relación enormemente cercana. Yo, a María, no la puedo ver como una madre porque es una mujer tan situada en el mundo y tan contemporánea y activa, que la miro como una compañera y una amiga. Su forma de ser no es nada maternal, ni por asomo; es más una compañera de viaje excepcional y una compañera de escenario impagable.
