Colabore, señoría
José Martínez Calabria desde Jaén. Hasta ahora, siempre que asistí antes a la celebración de matrimonios civiles observé en la autoridad que lo presidió una actitud tolerante en términos razonables con todo aquello que contribuyera a realzar la ceremonia: flores, cánticos, adornos o breves interlocuciones de felicitación; todo sin perjuicio de los rituales legalmente establecidos.
Así pues, la comprensible aridez de los artículos del Código Civil y la formal verbalización del consentimiento de los contrayentes se diluía con otro lenguaje que salía más del corazón y cuyos registros eran, por tanto, más afectivos y sensibles, elevando la ceremonia a un ambiente más amable y gozosamente humano que realzaba el acto y lo libraba de la ramplona burocracia, que en otro caso podría convertirse en la dueña y señora del acto.
Desafortunadamente hoy no ha sido así. El pasado viernes 8 de junio, en el Registro Civil, a las 13 horas, vi cómo su señoría “despachaba” en 20 minutos a las cuatro parejas citadas al efecto. Cinco minutos cada una, ni un segundo más. En el turno de la que yo acompañaba solicité permiso de su señoría para dirigir a los contrayentes unas breves palabras de aliento y buenos deseos en su nueva vida. Me fue denegado —según me pareció a mí— hasta con displicencia, pues se me dijo (a través de una asistenta, que no directamente) que esas palabras se las dijera en el vestíbulo o en la calle. Ante esto quiero decir a su señoría, cuyo nombre no sé ni me interesa, si es que le llegan estos renglones, con todo respeto, pero también con toda firmeza, lo siguiente: Para hablar en la calle no necesito su consentimiento, solo lo precisaba para intervenir en el acto que su señoría presidía. Su respuesta me pareció una burla desconsiderada y me dolió. Lamento su evidente falta de sensibilidad con las jóvenes parejas y con sus acompañantes, a quienes “despachó” con una ruda y deshumanizada burocracia impropia de un acto que para ellos es seguramente el más importante y trascendental de su vida. ¿Acaso la ceremonia matrimonial de su señoría fue de igual traza? ¿Se casaría usted así, si aún no lo está? Me pregunto qué calamidad habría caído sobre la Administración de Justicia si me hubiera concedido los minutos que le pedí. Es posible que en su expediente conste su demostrada eficacia burocrática, pero en humanidad y consideración con los administrados pienso que puede mejorar mucho. Recuerde que al final de todo solo se nos examinará del amor. Colabore, señoría, para conseguir entre todos un mundo más habitable. Pienso que, desde su magistratura, está moralmente más obligada que los administrados de a pie, como el que suscribe, que aun pisando ya los 80 años no tiene empacho de vez en cuando en vestirse de Don Quijote. Siempre suyo, su señoría.