Cocina rica con un toque maestro
Juan Velasco Martos No planeó así su vida, como es ahora, pero ya lleva diez años en el sector de la Hostelería y, aunque es una profesión muy sacrificada, no la cambiaría por nada. Es más, si tuviera que volver a hacerlo, “empezaría antes”, confiesa convencido. En Santiago de Calatrava no hay muchas oportunidades de empleo. “Siempre he sido mal estudiante, así que mis alternativas eran el campo o la construcción”. Así que se lanzó a trabajar en lo segundo, en la obra. Pero el destino quiso que con dieciocho años tuviera un accidente y, al recuperarse, decidió que no volvería más. De ahí que se fijara en su hermano menor, que estudiaba en la Escuela de Hostelería de Gambrinus en la capital, y su futuro dio un giro de 180 grados. Descubrió la pasión entre fogones y ahí sigue.
Hay momentos dolorosos que marcan el carácter de las personas. A los cinco años perdió a su madre y eso le hizo crecer muy unido a su padre y sus dos hermanos. “Estoy muy pegado a mi familia. Mi padre es un valiente, siempre trabajando y sacando a sus hijos adelante”. Juan Velasco Velasco es jefe de Obras en el Ayuntamiento de Santiago de Calatrava, uno de los galardonados en los premios Reino de Jaén-La Campiña, que se celebraron el pasado mes de abril. Habla de él con una admiración profunda.
Recuerda que la época en la que más tiempo ha estado alejado de su pueblo fue durante los tres meses que estuvo haciendo prácticas en el Restaurante El Chaflán de Madrid, con una estrella Michelin, y se dio cuenta que no podría trabajar fuera de su tierra, sin los suyos. En esos meses fue la despedida de soltero de su hermano mayor y, pese a organizarla él, no pudo asistir. Cuando lo llamaron para darle las gracias por todo, por lo bien que había salido, no pudo evitar echarse a llorar como un niño.
Define su pueblo como una gran familia, porque se conocen todos y se llevan bien. Le encanta aprovechar sus domingos libres para volver allí todas las semanas y cargar pilas. Por eso valora tanto el buen ambiente con el que trabaja ahora en El Mercado, en la plaza Deán Mazas. “Aparte de compañeros somos amigos, que es lo bueno”. Eso, y descansar todos los domingos, no tiene precio, son dos auténticos lujos. Le han hecho ofertas, pero no se mueve de allí. En sus fogones las “modernidades” tienen poco espacio, disfruta más con recetas de siempre, pero con su sello único y casi genial. “Me gusta la cocina tradicional, pero con mi toque personal, mi toque maestro”, sonríe. En verano se cambia la carta del local y se tira más de los platos para compartir en la terraza, con actuaciones todos los martes en la plaza. Y, desde luego, quien prueba sus cocina, repite. Con todo, sueña con tener algún día su propio negocio. “Me gustaría tener esa oportunidad”. Algún día.
Hay momentos dolorosos que marcan el carácter de las personas. A los cinco años perdió a su madre y eso le hizo crecer muy unido a su padre y sus dos hermanos. “Estoy muy pegado a mi familia. Mi padre es un valiente, siempre trabajando y sacando a sus hijos adelante”. Juan Velasco Velasco es jefe de Obras en el Ayuntamiento de Santiago de Calatrava, uno de los galardonados en los premios Reino de Jaén-La Campiña, que se celebraron el pasado mes de abril. Habla de él con una admiración profunda.
Recuerda que la época en la que más tiempo ha estado alejado de su pueblo fue durante los tres meses que estuvo haciendo prácticas en el Restaurante El Chaflán de Madrid, con una estrella Michelin, y se dio cuenta que no podría trabajar fuera de su tierra, sin los suyos. En esos meses fue la despedida de soltero de su hermano mayor y, pese a organizarla él, no pudo asistir. Cuando lo llamaron para darle las gracias por todo, por lo bien que había salido, no pudo evitar echarse a llorar como un niño.
Define su pueblo como una gran familia, porque se conocen todos y se llevan bien. Le encanta aprovechar sus domingos libres para volver allí todas las semanas y cargar pilas. Por eso valora tanto el buen ambiente con el que trabaja ahora en El Mercado, en la plaza Deán Mazas. “Aparte de compañeros somos amigos, que es lo bueno”. Eso, y descansar todos los domingos, no tiene precio, son dos auténticos lujos. Le han hecho ofertas, pero no se mueve de allí. En sus fogones las “modernidades” tienen poco espacio, disfruta más con recetas de siempre, pero con su sello único y casi genial. “Me gusta la cocina tradicional, pero con mi toque personal, mi toque maestro”, sonríe. En verano se cambia la carta del local y se tira más de los platos para compartir en la terraza, con actuaciones todos los martes en la plaza. Y, desde luego, quien prueba sus cocina, repite. Con todo, sueña con tener algún día su propio negocio. “Me gustaría tener esa oportunidad”. Algún día.
