Ciento cuarenta y cinco años subidos al tren del progreso

Pepi Galera
Posiblemente a lo largo de la historia de la ciudad de Jaén, pocas han sido las empresas colectivas en las que se hiciera más derroche de tenacidad y entusiasmo”. Con estas palabras, el historiador jiennense Manuel López Pérez describe, en su trabajo “Jaén, 1881-1981; un siglo de ferrocarril”, la lucha que supuso la llegada de este revolucionario medio de transporte en el siglo XIX a la ciudad de Jaén. Pero no fue esta la primera vez que una locomotora “pisaba” territorio jiennense. Por su estratégica situación geográfica, la línea general de Andalucía entraba por Jaén, en un tramo que discurría por Vilches, Baeza (actual Linares-Baeza), Espeluy y Andújar para adentrarse en Córdoba, lo que se le llama el corredor del Guadalquivir.

    01 ago 2010 / 10:59 H.

    Algunos años antes, ya a  mediados de los años cincuenta del siglo XIX, existía el especial interés de que Jaén no se quedara fuera de los trazados ferroviarios, que se perfilaban como única arma de progreso. Hace ya ciento cincuenta años sonaban las voces que reclamaban inversiones en infraestructuras para que la provincia saliera de su arraigado “aletargamiento”. En 1852, según López Pérez, se fecha la primera voluntad ciudadana en conseguir la construcción de un ferrocarril que llegara a Jaén. Se hizo una reunión de contribuyentes en el Ayuntamiento. Comenzó aquí una lucha que no acabó hasta, primero, la inauguración de la estación de Jaén, en 1881, y después, la puesta en funcionamiento de la línea Linares-Puente Genil, en 1893.  Este fue el resultado de una importante lucha, encabezada por la Real Sociedad Económica de la provincia de Jaén, contra la Administración para la concesión de líneas y subvenciones para su construcción. Aunque este fue el proyecto más viable, propuestas de todo tipo no faltaron. Por ejemplo, autoridades granadinas acudieron a las jiennenses para buscar apoyos a la hora de conseguir un ferrocarril que pasando, por las capital del Santo Reino, culminara en Granada. También hubo proyectos en los que una hipotética línea que pasara por Jaén, terminara en un puerto de mar del Mediterráneo.
    Al mismo tiempo que esta inenarrable sucesión de leyes, permisos, retrasos en las obras, la zona de Linares vivía una floreciente época de desarrollo del ferrocarril. Fue tal la proliferación de trazados, estaciones —llegó a tener cuatro en el casco urbano— y trayectos que se convirtió en el nudo ferroviario más importante en la provincia. Orgulloso privilegio que no ha perdido —por el tráfico de Linares-Baeza— a pesar de la paulatina pérdida de importancia de este medio de transporte en detrimento de los desplazamientos por carretera de gran parte del pasado siglo. Eso sí, la historia del ferrocarril en Linares, el nudo más importante de la provincia, siempre estuvo ligada a su importante sector minero. De hecho, se conectaba con sus minas a través de tranvías y con la zona de La Carolina. También esta importancia económica tuvo mucho que ver para que, definitivamente, Linares se incluyera en la línea que llegara hasta Puente Genil. De hecho, en un principio, esta línea partiría desde la general de Andalucía, en Espeluy. “El concesionario de la línea, el marqués de la Casa Loring, obtenía con este ferrocarril una conexión directa entre la producción de plomo de Linares con sus intereses siderúrgicos en Málaga”, destaca el presidente de la Asociación del Transporte Ferroviario “Julián Palomino Gámiz”, José Luis Palomino. De la misma forma, este trazado fue muy importante para el transporte y la exportación del aceite de oliva. No fue gratuito el bautizo de “Tren del Aceite”.
    A punto de cumplirse 145 años de la llegada del ferrocarril a la provincia y 130 a la capital, si se echa la vista atrás, se mantienen vivas una de las claves del desarrollo de esta infraestructura: la ilusión de una tierra por no perder el “tren del desarrollo”.