'Chitita, dale con un martillo'
José Rodríguez Cámara/Jaén
Bomberos, médicos y enfermeros, un avezado piloto y policías locales que supieron mantener la calma. Todos juntos, y su familia, consiguieron que Francisco Manuel, un niño de 3 años, lograra salvar la mano después de que se le quedara atrapada en una picadora de carne.
Bomberos, médicos y enfermeros, un avezado piloto y policías locales que supieron mantener la calma. Todos juntos, y su familia, consiguieron que Francisco Manuel, un niño de 3 años, lograra salvar la mano después de que se le quedara atrapada en una picadora de carne.
Francisco Manuel, a sus tres años, decidió que no iba a llorar. Lo único que faltaba en la situación en la que se vio envuelto el sábado, era que él hubiera contribuido a poner nerviosa a la gente. El niño, como cuenta su madre, Salvadora Mariscal, es “muy vivo”. “Tiene que investigar para qué sirven todos los botones”, añade. En una de estas aventuras estaba cuando, en segundos, logró meter la mano en una picadora de carne que usaba su abuela. Su tía Pepi tuvo la sangre fría de tirar del cable y detener el artilugio. Así logró, aclara Salvadora, que la picadora no le destrozara la mano izquierda.
Era la una de la tarde y la abuela materna, la tía que desenchufó la máquina y una hermana de esta corrieron a avisar a los médicos y a un herrero del pueblo para desarmar el instrumento y liberar a Francisco Manuel. El niño, cuenta la mujer que lo trajo al mundo, no lloraba, solo aporta una solución para que pudieran liberar su mano. Por eso, le decía a su abuela:“Chitita, dale con un martillo”. A las puertas de la vivienda, en la céntrica la Plaza Primero de Mayo de este pequeño pueblo, los vecinos comenzaban a agolparse. En el interior de la habitación, cuenta el policía local Francisco Cuartel, el herrero dejó claro que si desarmaba la máquina, haría daño al niño y los sanitarios llegaron a la misma conclusión. “Hay que llamar a los bomberos”, dice el agente Cuartel que se decidió. Y se avisó al parque comarcal de Andújar. Rafael Jiménez y dos bomberos más de la vecina ciudad recibieron el aviso sobre la una y a los quince minutos ya estaban manos a la obra. “La máquina no se puede desarmar, solo romperla”, es lo que, como relata, comprendió. ¿Qué hacer? A este profesional, acostumbrado a inundaciones por las crecidas del Guadalquivir en la comarca y accidentes relacionados con máquinas, se le vino una idea a la cabeza: Al liberar la mano, esta podría sufrir heridas, sangrar, y una cocina no es el mejor sitio para tratar una extremidad con lesiones graves. El bombero tuvo claro que Francisco Manuel tenía que ser liberado en un quirófano, por si había que intervenir, y para ello avisó a un helicóptero del 061 para que lo transportara, con máquina y todo, al Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. “Inmovilizamos la mano del herrero, que sujetaba la del niño para que no se hiciera daño con las cuchillas, y la del niño para que no se moviera dentro de la máquina. Luego transportamos a los dos y a la picadora en una camilla”, explica. Con el delicado traslado hasta la aeronave, concluyó la labor de los bomberos iliturgitanos. En Sevilla, sus compañeros les tomaron el relevo. En un quirófano, durante casi tres horas, los bomberos cortaron, con una pequeña radial y muy despacio, la picadora. Tenían que refrigerar el acero, para no quemara al pequeño y evitar que las esquirlas producidas en el delicado rescate, que sí rompieron azulejos de la habitación, le alcanzaran. En cuanto estuvo libre, los médicos lo intervinieron con éxito. “El niño no tiene ni una quemadura. Todo el mundo se ha portado muy bien, con calma”, dice la madre. Gracias a ello, ya está en planta, con su mano a salvo, jugando y viendo dibujos animados, y, cuando salga del centro, recuperará la movilidad.