13 may 2015 / 11:20 H.
Sin vanidad engolada al uso y abuso del personal andante, aunque poco pensante, nada dado a reconocer lo próximo, y sí a alabar lo ajeno, es un confortable alivio saber que “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” (Miguel de Cervantes Saavedra), y “Don Juan Tenorio” (José de Zorrilla), superan en lectura en el mundo a Shakespeare. Estos dos genios ingeniosos españoles bien merecen ser leídos de vez en cuando, más temprano que tardío, no solo porque nos amplía el maltrecho camino de la cultura, algo devaluada porque no hay dinero para su deseable desarrollo, sino porque empapados de su contenido y continente literarios, nos hace ser más libres como ciudadanos, y más aptos para la creación unipersonal. Ante mi vista me estoy recreando en la lectura de El Quijote, no sé cuántas veces ya, un aventurado forrado de chatarra, con una bacia barbera en el magín, en vez de un sombrero con plumas de ganso, desfacedor de entuerto, manteado por un pueblo analfabeto, nada proclive a dejar el tocino, el queso, el vino, y a la pechugona ventera. Leer, según ellos, más que beneficios, trae quebraderos de cabeza.