Centenares de millones de televisores, 24 horas al día
El impacto que produjo el Papa en Estados Unidos es muy significativo. Su blanca vestimenta y su rostro transparente inundaron tozudamente las pantallas de centenares de millones de televisores en este país las 24 horas del día, en casas de familia, en restaurantes y hoteles, en estaciones de servicio y salones de peinado, en aviones y aeropuertos. Su tono suave, su mirada sincera, su discurso integrador, su actitud humilde, su disponibilidad constante, sus demandas respetuosas y claras, calaron el alma de muchos de los consuetudinarios detractores de la Iglesia en Estados Unidos. Es que les hizo deponer las armas.
Les dejó sin excusas. Les arrebató, con bondad y contundencia, todos sus argumentos. No es que hoy la Iglesia haya llegado a un “punto ideal” (si es que éste existiera) de conversión personal y de compromiso solidario con el hermano, con el mundo, aunque sin duda hacia esa meta se dirige. Los críticos de la Iglesia lo eran contra su doctrina, por sus fallas, o por lo que fuera, bueno o malo, y el Papa solía ser el blanco predilecto de las granadas arrojadas por los medios de comunicación, en gran parte generadores de pensamiento masivo.
Enric Barrull Casal