Cazadores de deseos

Cuando 2011 haya acabado, tendremos la sensación de que todo empieza y de que nada puede ser imposible por el mero hecho de haberlo deseado. Habremos puesto un buen cava en las copas y quizá, como quieren las variantes de la superstición, llevaremos encima alguna prenda roja y habremos metido una pieza de oro en el vino espumoso. Las doce uvas completarán el círculo de un rito que, semejante a una red, tenderemos en la oscuridad de la noche, justo en la plenitud del solsticio, con la intención de atrapar en sus nudos nuestros deseos y entrechocar enseguida las copas del futuro.

    31 dic 2011 / 10:21 H.


    Está bien trazar esta raya en el tiempo, querer ser otros, tener la resolución de dejar atrás los últimos meandros del río y encarar la vida como si hubiéramos desembocado en un mar abierto que puede pertenecernos. Y no solo por el efecto placebo que el rito nos aporta sino porque la mera formulación de un propósito supone ya ponerse en camino para conseguirlo.

    Atrás se queda un año de alarmas pero que nos ha dejado, como todos los momentos de convulsión, un saldo que a la larga será positivo. Si prescindimos de la dureza del robo financiero y de que este saquea a los que ya habían sido saqueados, el año nos ha traído aspectos esperanzadores como una buena cosecha de tiranos. Desde que cayó Ben Alí en Túnez un no gigantesco tiró por tierra a reyezuelos en Egipto, en Yemen o en Libia, y ese No se agazapó después en Siria o en Rabat, se quedó a vivir  entre nosotros y seguirá saliendo a la Puerta del Sol, a las calles de Atenas o a las de Londres, a las de Delhi, Sao Paulo o Nueva York. El año de los ciudadanos-activistas no morirá con las doce campanadas sino que estará esta noche junto al cava, el oro y las prendas rojas, formando parte de nuestra caza ritual de deseos.             

    Cuando a las doce en punto formulemos nuestros propósitos, convendría añadir el otro propósito mayor de la voluntad necesaria para llevar el deseo lo más lejos que podamos. Los últimos días nos han traído dos modelos de ejercer la voluntad antagónicos. Uno lo aporta Camps y su tenacidad para tapar la corrupción con la fórmula con la que los proxenetas esclavizan a sus pupilas: “Sácame de esta y no te faltará de nada”, como le dijo al sastre José Tomás. El otro modelo podemos leerlo en una reciente entrevista a Rafa Nadal, un hombre lleno de títulos y que este mismo año ha ganado la Roland Garros y la Copa Davis, pero que, sin embargo, cree que todavía le falta un plus de autoexigencia: “Ha estado bien (el año): he aceptado las derrotas, he vuelto a trabajar, a luchar. Son cosas que hay que recuperar para 2012, lo que tengo realmente mejor es el drive y el espíritu de ir un poquito más allá”.

    Así que, en esta noche en la que profesaremos de cazadores de deseos, brindaré por todos ustedes deseándoles que cobren buenas piezas, pero también que pongan en su copa un trocito del oro puro de la voluntad de Rafa Nadal.

    Salvador Compán es escritor