Catedral
Es innegable que se conserva muy bien para los años que tiene. Con todo lo que ha vivido y con todo lo que ha sufrido, mantiene una fachada estupenda, está de muy buen ver, y apenas se le notan los achaques, las arrugas ni las grietas. Pero no debemos engañarnos, ya tiene una edad, nuestra Catedral, y entre todos deberíamos cuidarla, que tampoco está para muchos trotes.
El caso es que la tenemos ahora mismo, en plena campaña de promoción para optar a convertirse en Patrimonio de la Humanidad, y a la vez la hemos mandado a concursar en una iniciativa de una importante cadena de televisión de ámbito nacional, que pretende elegir nada más y nada menos que la catedral más bella de España. Y claro, a estas alturas, aspirar a convertirse en Miss España Catedralicia o verse sometida a un exhaustivo e íntimo examen estético a cargo del especialista de la Unesco, pues quizás no constituye la vejez soñada por cualquiera. Con lo agustico que ella estaba con sus misas diarias, sus visitas de los vecinos y sus viajes del Imserso, que a cierta edad lo que se necesita es mucha tranquilidad y un poquito de sano esparcimiento, que ella es más bien de naturaleza serena y contemplativa, y ¡mira tú, en qué embrollos la estamos metiendo a la pobre Catedral! Aunque bien mirado, necesitamos estímulos para nuestra maltrecha economía, y el tirón que supondría que el resto del mundo se enterara de la anciana maravilla arquitectónica que convive con nosotros en el casco antiguo, nos vendría de perlas. Al fin y al cabo es el signo de los tiempos, en muchas familias, el apoyo y la pensión de los abuelos está contribuyendo actualmente a paliar la escasez laboral para las nuevas generaciones. La tercera edad está esforzándose para tirar del carro. Así que no nos queda más remedio que poner a nuestra anciana basílica a hacer bolos y a promocionarse como una ilusionada candidata a estrella mediática, en aras del bien común. Y de paso, la mantenemos en forma, porque como las cosas sigan así, y se continúe retrasando la edad de jubilación, igual en unos años, vuelve a estar la pobre en edad laboral.
Tomás Afán es dramaturgo