El juez Castro, de héroe a villano, del Blog Palabra perdida
Está en el alambre jurídico, camina con paso lento, decidido, pero sabe que cualquier tropiezo o no le condena al fuego cruzado de los salvadores de la patria, agazapados como estaban, confundidos entre el pueblo. Se quedó sin red, se la quitaron en el momento en que osó imputar a la ciudadana Cristina, protocolariamente infanta. Hasta ese momento todas las miradas coincidían en destacar su valentía, cómo logró la condena del expresidente balear Jaume Matas, su exhaustivas instrucciones, sus duros interrogatorios, su carácter campechano, su capacidad de trabajo, faltaba texto para glosar su figura.
La sed de justicia de un pueblo cansado del saqueo y la opinión pública caminaban juntas, pero se rompió el hechizo, se acabó la química. La imputación de la infanta activó el resorte y la caballería toca corneta. El mantra es infanta, corona, institución, España. Interpretan que si se toca un elemento el castillo de naipes se deshace y vendrán cien años de oscuridad, pues va a ser que no. Si reducimos la cuestión es más simple y menos dramática. Un fulano aprovecha ser el yerno de una influyente persona para conseguir dinero público para un organismo sin ánimo de lucro destinado, a priori, a organizar actos y al que políticos loquitos por medrar y conseguir la foto entregan el oro sin recibo. Un presunto fraude millonario y, entre medias, una infanta. Queda por dilucidar si es ajena a todo, su papel es anecdótico, estilo florero Mato, o tenía poder de decisión como directiva que era. El fiscal, que hasta el momento coincidía en la instrucción del juez, argumenta que no existen suficientes indicios para imputarla, bien; el juez, sin embargo, entiende ahora que sí. El ruido crece y hay tortas por defender a la Corona como si ese fuese el último eslabón. Elevan el tono y siembran las dudas sobre las intenciones aviesas del otrora héroe con toga al que se le tilda de venir “del cuarto turno”, querer ascender y donde antes era campechano ahora roza la zafiedad. Las élites de chichinabo y sus buenas costumbres. Seguir a @JMSerranoAlba