Carta abierta a Elena Valenciano
Desde Jaén. A propósito de la “sesuda” intervención del pasado miércoles 11 en la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. Empezaré esta carta queriendo dejar aparte de toda crítica el respeto debido a la persona, pero en lo no personal seré todo lo crudo que me permita las mínimas reglas de cortesía pero sin retorcer la verdad. Le recuerdo estamos hablando de cosas importantes, serias, vitales, o como diría el castizo “cosas de comer” con lo que no se debe jugar.
Sí, en efecto, hablamos de seres humanos, de sus problemas, de sus angustias y también, nada menos que de su vida. Y en estas cosas las verdades amañadas, son “veneno”, son “mentiras”, o son “manipuladoras”. Como no estoy dentro de usted, no puedo saberlo con certeza pero me barrunto que “más de tres décadas” de dedicación cuasi exclusiva al partido del que ahora ya es su “número dos”, le han debido suponer tal inmersión ideológica, que es por ello que se la ve transpirar ideología de la más rancia por los cuatro costados. Su feminismo militante le ciega y le hace argumentar solo a base de insultos descalificadores y mentiras. Porque, por más que juegue con chascarrillos o expresiones altisonantes, aunque le pese, la maternidad es, y solo es “el estado fisiológico natural que adquiere una mujer tras una fecundación que concluye en preñez”, no es ningún tipo “reacción” reversible ni con marcha atrás, así que, el problema no es, como nos dice (mintiendo), de libertad sino de biología. La libertad se ejerce antes de que se inicie la “reacción” —por continuar con el sentido figurado— porque tras entrar en estado de preñez, la mujer ya no tiene posibilidad de elección respecto a su maternidad. ¡Dígales la verdad!, la opción que les ofrece es la de ser madre de un hijo muerto o de un hijo vivo. El pasado miércoles 11, tachaba al señor Gallardón y al Ejecutivo en general de mentirosos, acusándoles de que “quieren proteger la maternidad y eso es tan mentira como que acaban de prohibir el
acceso a la reproducción asistida a las madres solas y a las lesbianas”. “Porque ustedes han decidido que si no hay varón, no hay maternidad; punto y pelota”. Pues de nuevo debo decirle que la que miente es usted, porque aunque quede muy bonito lo de los puntos y las pelotas, no se trata de una decisión del ministro, ni del Ejecutivo, ni una cuestión de libertad, ni una decisión democrática, ni siquiera un artículo de fe, es pura y dura biología. ¡Qué le vamos a hacer! Quiso la madre naturaleza que la reproducción entre los humanos sea sexuada y por tanto, señora mía, sí que hay varón (¡qué lástima!) aunque le escondan, aunque manipulen la verdad hasta retorcerla y hacerla parecer a su antojo, la reproducción asistida requiere, también, el concurso de un varón aunque sean fecundaciones con espermas de donantes anónimos. Y esto señora Valenciano es de nuevo pura y dura biología. En todo el tremendo asunto de “la cosificación y manipulación del ser humano” que el feminismo radical, en el que milita, intenta imponer a través de una ladina y subrepticia ingeniería social, el aborto es una triste y dramática “punta del iceberg” de la gran “tramoya” a la que solemos referirnos como cultura de la muerte. Manipulan el dolor, los miedos, la soledad, la inexperiencia, la pobreza, la desesperación, el desconocimiento y los “mil y un” problemas que se le “vienen encima” a una mujer que “se sabe embarazada” de forma imprevista y/o inconveniente. Porque, manipular es: decirles que lo que tienen no es un hijo, sino solo un “problema”; decirles que es una cuestión de “su cuerpo” cuando saben que de “dos vidas” estamos hablando; decirles que lo que ya tienen en su matriz “será o no será” a su libre albedrío. ¿O no es verdad que la libertad deja de serlo cuando está condicionada? Se le miente cuando se le asegura que es “su libertad” decidir sobre una opción viciada (condicionada) y sin alternativa, porque no se es enteramente libre cuando tienes que decidir sintiéndote “superada”, viéndote “sin salidas”. ¡Ofrézcanle una “salida” humana y razonable!, y verán como no elige “lo peor”. Para terminar, a propósito del “punto pelota” y del varón, le recuerdo a la señora Valenciano que “todos los que han sido, son y serán” de entre nosotros los humanos “procedieron o procederán” de una hembra y un varón humanos, a los que acostumbramos a referirnos como madre y padre. Que el derecho a reivindicar a una (su) madre y a un (su) padre es del niño, y no puede ser manoseado ni sobrepasado o anulado por un supuesto derecho “al hijo” de alguna mujer u hombre, sean o no pareja. Lo natural es que hijos sean “deseados” nunca “reivindicados”, natural es también que los
niños conozcan, disfruten y aprendan de sus padres (un él y una ella). Los Estados cuando asumen la
gestión de las adopciones deberían pensar en estos términos, a fin de no agravar la pena de una orfandad con el sinsentido de unidades familiares anti-natura que el niño no encajaría en los modelos que ve en su entorno.
Los hijos no pueden (ni deben) convertirse en “bienes de consumo” que sirvan para satisfacer
“necesidades de nadie”. Las obsesiones que a veces se perciben, en algunos demandantes, más pareciera que lo que necesitan es una “mascota” y no un hijo. Sería deseable que el Estado velara porque la amenaza de niños mascota no pase de ser un mal sueño.
Álvaro Domínguez (derecho a vivir jaén)