CARMEN SÁNCHEZ ELBAL.- "Mi familia y mi negocio han sido la ilusión de mi vida"

María Poyatos
Linarense ilustre. Es lo que les viene a la cabeza a muchos de los vecinos de Linares cuando piensan en Carmen Sánchez, propietaria durante muchísimos años del negocio Confecciones Sánchez. Esta mujer, que ha dedicado su vida a su marido, sus cinco hijos, sus nueve nietos y a la que ha sido su tienda hasta hace pocos años, recuerda ahora anécdotas de infancia, de juventud y, sobre todo, de tantos y tantos esfuerzos por sacar adelante, junto con su hermano, la pequeña empresa de costura y moda que su padre les dejó en herencia.

    28 jul 2013 / 09:12 H.

    —¿Cuándo comenzó la andadura de Confecciones Sánchez?
    —Este negocio familiar lo abrió mi padre en 1922, hace ya más de 90 años. Él hizo el servicio militar en Barcelona, en la sección de Capitanía, y sus horas libres las dedicaba a estudiar sastrería. Acabó adquiriendo el título de sastre en la Academia Torrent. Al volver aquí, conoció a mi madre y se casaron. El negocio comenzó en la esquina entre las calles Canalejas y Serrallo, en un pequeño local propiedad de mi madre, como sastrería en la que se confeccionaban trajes. Pero, por suerte, fue creciendo y ampliándose, de una habitación pequeña a dos zonas comerciales, diferenciadas por sexos, una de caballero y de otra señora.
    —¿Y usted cómo acabó en la tienda?
    —Al salir de la escuela, con quince años o así, mi hermano y yo empezamos a ayudar a mi padre. Desde pequeña he estado muy ligada al colegio del Sagrado Corazón de Linares, y acabé estudiando corte y confección allí. Siempre fui a clases en las Esclavas, y cuando terminó la Guerra Civil, hice la comunión en este mismo colegio, que había quedado bastante deteriorado. Mis amigas, después de las lecciones, se iban a estudiar música, instrumentos... Pero mi madre quiso que yo aprendiera el oficio, a coser. Estuve en la academia de Conchi León, aprendiendo con la modista más importante de Linares en aquel entonces, que se llamaba Pepita de la Poza. Al salir del colegio, me sentaba a su lado y observaba cómo cosía. Ya después, con la aparición de los institutos mixtos y la generalización de los estudios universitarios, la madre superiora del Sagrado Corazón pensó que yo tenía talento para seguir estudiando y sacarme una carrera. Sin embargo, mi padre me necesitaba en la tienda para que llevara las cuentas. Tras tantas clases de matemáticas que di y de tantos años de experiencia en ver y manejar números, me río yo de los ordenadores y de las tecnologías de ahora. Después de casarme, venía todos los días a la tienda a trabajar, mientras mi madre se hacía cargo de los niños. Hace treinta y tantos años que mi marido murió, y yo seguí aquí luchando. Mi hermano y yo acabamos heredando el negocio de mi padre. Y ahora ha pasado a manos de mis hijos.
    —¿Un detalle que le haya encantado siempre de su negocio?
    —Que está en un sitio estratégico, por ejemplo. Vivo desde hace mucho en la casa de arriba y, casi siempre, todas las hermandades de Semana Santa han hecho su estación de penitencia pasando por debajo de mi balcón, aunque en los últimos años no he podido disfrutarlo por tantas inclemencias del tiempo. Le tengo mucho respeto a la Semana Santa y a las hermandades linarenses, a algunas de las cuales, como el Nazareno, he preparado ramos de flores en determinadas ocasiones.
     —¿Cuál ha sido su mejor época trabajando en Confecciones Sánchez?
    —La de los años 80 fue buenísima, la tienda vendía una barbaridad. Pero no importa una u otra época, muchas generaciones de jóvenes y no tan jóvenes se han vestido con nuestra ropa. Mis clientas han venido siempre de muchos sitios. Sobre todo de nuestra comarca, la de Sierra Morena: Mengíbar, las Navas de San Juan, Santisteban, Vilches, La Carolina… Todos los días tienes que tener compradores forasteros para mantener vivo un negocio como este. También hay mujeres que vienen de grandes capitales, como Madrid y Barcelona, con la anécdota de que su madre compró su vestido de novia en la tienda, y buscan otro para ellas. Yo he vendido todo tipo de prendas. Desde trajes de boda, vestidos de cóctel, moda de baño, trajes de comunión, vestidos de flamenca, ropa de día a día… pieles en los inviernos y telas suaves en verano. Esta tienda ha estado abierta desde 1922, la verdad es que se ha vendido de todo.  Y creo que lo que ha hecho especial a Confecciones Sánchez ha sido, sobre todo, el trato personal que se le ha dado y se le sigue dando a nuestros clientes.
    —¿Siente alguna debilidad por Linares?
    —Más que nada, siento debilidad por las que han sido mis compañeras de toda la vida en el colegio Sagrado Corazón. Pertenezco a las asociación de antiguas alumnas de las Esclavas y realizo con ellas una excursión cada año, en el mes de mayo, justo después de la coronación de la Virgen de Linarejos. Hubo un tiempo en que no pude participar, porque estuve cuidando a mi hermana, que enfermó de alzhéimer. Pero me encanta viajar y la verdad es que siempre lo he pasado bomba yendo con ellas. La última excursión la hicimos a Priego de Córdoba, un pueblo precioso con muchas joyas  que visitar. Recuerdo haber pasado por Sanlúcar la Mayor. Ver el musical de “El Rey León”.
    —¿Y algo que le haga sentirse especialmente orgullosa?
    —Hace un par de años, en 2011, la Cámara de Comercio de Linares me dio un premio por mi trayectoria y mi dedicación al mundo empresarial de esta ciudad. No estaba pasando por mi mejor momento y me animó muchísimo. Me mandaron una carta con el día y la hora del acto, que se celebró en la Tortuga Azul, y después de la entrega de premios y los discursos que tuvimos que dar los que los recibimos, nos invitaron a cenar a los galardonados y a sus familiares. A mí me entregó el premio el alcalde, Juan Fernández, aunque participaron otras personalidades importantes, como la vicepresidenta de la Diputación de Jaén, Pilar Parra, Manuel Gámez, que es el presidente de la Cámara de Comercio local. Y  me siento orgullosa de recibir un premio por mi dedicación y mis esfuerzos en mantener a mi familia viviendo de la moda. Mi negocio ha sido, junto con mis hijos, mi ilusión y mi vida.