CARMEN ARRAÍZA IRIGOYEN. "El deporte es imprescindible para prevenir la obesidad"
Ana Domínguez Maeso
Carmen Arraíza Irigoyen nació en Pamplona en el verano de 1956. Es la mayor de tres hermanos. Sus padres eran funcionarios de Correos en Éibar, una localidad de la provincia de Guipúzcoa, donde pasó su infancia y su adolescencia.

Carmen Arraíza Irigoyen nació en Pamplona en el verano de 1956. Es la mayor de tres hermanos. Sus padres eran funcionarios de Correos en Éibar, una localidad de la provincia de Guipúzcoa, donde pasó su infancia y su adolescencia.
—¿Cómo era su vida familiar?
—Mi madre era un “bicho raro” para su época, porque era trabajadora, lo que era aún poco frecuente. Se casó con 33 años, no a los ventipocos como era lo habitual en los años 50. Creo que estos hechos marcaron bastante mi carácter y mi deseo de no ser solo ama de casa, esposa y madre, sino de llegar a ser algo más en la vida. Mi padre era una persona jovial, trabajador, empeñado en sacar adelante a su familia con el escaso salario de un funcionario de la época. Buscaba “un duro debajo de cada piedra”. Ambos, tenían claro que querían que sus hijos llegaran en la vida más lejos de lo que ellos habían llegado y que tuvieran un mayor nivel académico. Tengo dos hermanos, ambos varones. El mayor es religioso capuchino y el más pequeño, ingeniero electrónico. Trabaja en una empresa multinacional de material electrónico y de electricidad.
—¿Cómo se desarrolló su infancia?
—Creo que fue la normal de una niña que vivía en el País Vasco en los años sesenta, con la situación más o menos conflictiva de esa época de la historia de nuestro país. Éibar era entonces una villa industrial, con un nivel económico elevado gracias al gran desarrollo industrial, donde se vivía muy bien, pese a lo que mucha gente pueda pensar por la zona en la que está. La relación entre la gente era cordial. Estudié en un colegio de religiosas mercedarias y el último curso (COU) en la Universidad Laboral. Creo que mi formación académica fue buena, eso sí, influida por el sistema de la época. No hay que olvidar la carga religiosa, política y cultural de la época.
—¿Qué estudios ha realizado?
—Estudié Medicina en la Universidad de Navarra entre 1973 y 1979. En noviembre de 1979 hice el “temido” examen MIR y en enero de 1980 empecé mi formación como especialista en Endocrinología y Nutrición en la Clínica Universitaria de Navarra, en Pamplona. Conocí al que hoy es mi marido, un jiennense de Quesada y el amor hizo que viniera a esta tierra que ahora siento como mía. Estoy casada con Apolinar, que es arquitecto, y tengo tres hijas: Paloma de 22 años y estudiante de Física en Granada, Patricia, de 20 años, estudiante de Arquitectura en Madrid y Leyre, de 16 años, que estudia cuarto de ESO en el Colegio de los Hermanos Maristas de Jaén.
—¿Cuál es su actividad profesional?
—Actualmente soy facultativo especialista de área en la Unidad de Gestión Clínica de Endocrinología y Nutrición del Complejo Hospitalario de Jaén. Me dedico fundamentalmente al área de Nutrición. Hay días “casi perfectos” y otros en los que vuelvo a mi casa con sensación de fracaso total. Pero sigo cada día porque mi trabajo me gusta.
—¿Cómo es su vida diaria?
—Estoy casada con Apolinar y tengo tres hijas. Solo la menor está ahora en casa, las dos mayores estudian fuera de Jaén. Dedico todas las mañanas a mi trabajo como médico y, algunos días, parte de la tarde (a estudiar, preparar trabajos, etcétera). Ayudo a mi hija con sus actividades extraescolares, aunque no sea más que a llevarle de una a otra. Los fines de semana son para estar todos juntos: la compra que siempre hago con mi marido, pasear, ir al cine y leer todos juntos. Cuando llega el buen tiempo, algún fin de semana también vamos a la playa.
—¿Qué hace en su tiempo libre?
—Me gusta muchísimo leer. Y, a pesar de que me costó hacerme amiga de los ordenadores, también dedico parte del tiempo a navegar por internet. Creo que no nos queda otro remedio que emplear nuevas tecnologías, no solo en nuestro trabajo —como es mi caso—, sino para la vida diaria. Además me gusta el cine, aunque reconozco que últimamente no voy mucho. También el teatro, sobre todo el musical. Así que aprovecho alguna salida, sobre todo a Madrid, para ir a algún espectáculo. Pese a ser madre de deportistas, soy bastante sedentaria, entono el “mea culpa”. Mi actividad física se limita a ir caminando por la ciudad.
—¿Con qué deportes está ligada?
—Desde hace tres años soy la presidenta de la junta directiva del Club Natación Santo Reino, de Jaén. Mi familia pertenece a este club desde 1998. Mis tres hijas han sido nadadoras en el mismo y la menor, Leyre, lo es aún. Mi llegada al mundo de la natación fue un poco casual. Al vivir en un residencial con piscina, queríamos que nuestras hijas supieran nadar, sobre todo por seguridad. Así, nuestra hija mayor, Paloma, empezó, a los cuatro años, unos cursos en la Escuela Municipal de Natación del Ayuntamiento de Jaén. A los nueve años, como le gustaba y no se le daba mal, pasó con un grupo de amigos al Club Natación Santo Reino. Y hasta ahora. Después llegó Patricia, la segunda de mis hijas y en el año 2000, Leyre, la más pequeña. Mi implicación con el Club fue inicialmente como socio, hasta que, hace unos seis años, el entonces presidente del club, Miguel Ángel Cruz, solicitó mi colaboración. En las últimas elecciones del club, un grupo de socios fuimos elegidos para formar una nueva junta directiva, que ahora presido. ¿Por qué me he metido en este berenjenal? Esta pregunta me la hacen de vez en cuando mis hijas, y yo también, si tengo que ser sincera. Pero la respuesta es porque considero que la práctica de un deporte es fundamental para los niños y los adolescentes, no solo desde el punto de vista físico, sino también intelectual y de desarrollo como seres humanos. Como médico especialista en Nutrición, estoy implicada en la prevención de un problema tan grave como la obesidad, en especial la obesidad infantil. La práctica deportiva es imprescindible para esta prevención. Además, mi experiencia como madre de deportistas es que no solo no les resta tiempo para estudiar o para cualquier otra actividad, sino que les ayuda a ser más organizados y a aprovechar mejor el tiempo.Con estas premisas, era casi inevitable que, en algún momento, llegará a la junta directiva de un club deportivo, en este caso de natación. No se trata de imponer criterios, sino de trabajar para que los niños y adolescentes de la ciudad de Jaén puedan desarrollar una actividad deportiva en las mejores condiciones posibles, sin lesiones, con un equipo de técnicos de calidad. Trabajar no solo pensando en los resultados deportivos, sino teniendo en cuenta que una parte de nuestra misión es contribuir a su educación, fomentar el compañerismo y la amistad. Y todo esto se da en nuestro club. Un equipo de un deporte del que apenas se habla como la natación, y en una ciudad pequeña como Jaén, tiene muchos problemas para sobrevivir, sobre todo económicos, pero en ello estamos y para ello trabajamos. Somos nueve miembros en la directiva y todos nosotros dedicamos una parte de nuestro tiempo libre al club con el objetivo de conseguir lo mejor, dentro de nuestras posibilidades, para nuestros deportistas, para todos ellos, no solo para los que quieren competir.
—¿Qué aconsejaría a los jóvenes que quieran abordar esta actividad?
—Aconsejaría a todos los padres, en primer lugar, que consiguieran que sus hijos, desde la primera infancia, practicaran algún deporte, el que más les guste, el que tengan más a mano, pero que sean activos. Como médico y como madre de nadadores, les aconsejaría la natación. Es un deporte muy completo, con menos riesgo de lesiones que otros deportes más bruscos. Y aunque sea un deporte individual, también fomenta el espíritu de equipo. A los jóvenes puedo decirles que, gracias a la natación se consigue una excelente forma física, que se pueden hacer muchos amigos, que aunque parezca aburrido darle vueltas a una piscina durante una hora tiene aspectos muy divertidos. Además, con el equipo se sale a competir fuera de Jaén y se conoce gente de muchos sitios. Puede llegar a ser muy divertido.