Carchelejo revive la pugna de las avanzadillas entre cristianos y musulmanes
Jesús Vicioso Hoyo/Carchelejo
Las avanzadillas de moros y cristianos salieron a la calle, unos para arrebatar a la Virgen del Rosario y otros, para defenderla. La primera parte de la pugna conmemorativa de la batalla histórica se quedó del lado de los musulmanes. Hoy, los católicos buscarán la revancha definitiva en la tradicional fiesta.
Las avanzadillas de moros y cristianos salieron a la calle, unos para arrebatar a la Virgen del Rosario y otros, para defenderla. La primera parte de la pugna conmemorativa de la batalla histórica se quedó del lado de los musulmanes. Hoy, los católicos buscarán la revancha definitiva en la tradicional fiesta.
La historia pudo cambiar, pero, de momento, el devenir es el mismo. Los moros salieron con ganas, corrieron más que los cristianos y se llevaron a Nuestra Señora del Rosario. Les costó, como siempre. Pero la confianza es mala compañera. Ya se sabe.
Los primeros envites se produjeron al poco de salir la Virgen de la iglesia y la suerte corrió, en principio, del lado de los que defendían a su Madre. Antes, los jefes de las avanzadillas se juntaron para ver si había acuerdo. Pero, claro, no podía haberlo. Entonces, los vecinos y los visitantes disfrutaron de lo que en verdad tanto se esperaba. Una batalla acompasada, pero, quia, con sonrisas en ambos bandos. Los gritos y las salvas se lanzaban mientras se recordaban, fingiendo, los hechos del pasado. Y las contiendas se sucedieron. Después de cada pausa, los moros se escondían y los cristianos continuaban con su procesión. La expectación del numeroso público era máxima. Lógicamente.
La lucha, en el rincón menos esperado, se volvía a encender, siempre con el mismo orden. Unos y otros zigzagueaban en una especie de baile con música de fondo. Seguidamente, los más pequeños intentaban hacer lo que los grandes no podían. Los moros, dígase de paso, estaban mejor acompañados, ya que numerosas y bellísimas “morillas” animaban desde la retaguardia. La Virgen, inmóvil, contemplaba la batalla. Mientras, el público pagano disfrutaba.
Desde las puertas de las casas hubo incluso aliento para los que parecía que menos suerte tenían. “Que el ánimo no decaiga”, dijo un vecino a quienes veían ya la cosa algo torcida. Sin embargo, los que portaban gorros floreados y defendían a Cristo se quedaron sin Virgen, cuando la noche ya se hizo dueña de la celebración, ya que fiesta había, al fin y al cabo. Sobre todo para los musulmanes, que otro año fueron los más ladinos.
la reconquista. Con todo, y solo si se sigue la recta tradición de conmemorar la historia, los católicos vuelven, hoy, a ser dueños de Nuestra Señora del Rosario. La embajada de moros y cristianos es a las siete y media de la tarde. Arreglada la contienda, los dos cortejos acompañan a la Virgen en la misa que se celebra en su honor.