Caras de Bélmez. La mirada del más allá

Es una casa de cuatro plantas, que da a dos calles y con diferentes niveles de entrada, en función de la vía por la que se acceda. El recibidor y la sala de estar ya hacen presagiar lo que a escasos metros aguarda al amante del más allá. No solo por su decoración, impregnada de libros y recortes de periódicos, sino por el ambiente, por el escalofrío que se siente nada más poner un pie adentro. Son fruto de las miradas clavadas en el cemento que reclama su hueco en la historia. Ojos que buscan la complicidad de quienes los miran, visitantes que, en ocasiones, no logran comprender lo que ven. Es un fenómeno paranormal que llevó, en su día, al municipio de Bélmez de la Moraleda a todas las portadas del país y parte del mundo, y que, ahora, décadas después, resurge con una sorprendente fuerza.

06 oct 2014 / 17:39 H.


La primera teleplastia apareció en la casa de la calle Real, número 5, vía que, en la actualidad, es bautizada con el nombre de María Gómez Cámara. Fue en el suelo del fogón de su cocina, el 23 de agosto de 1971. Era un rostro de varón, con los ojos y la boca abiertos y unos largos trazos oscuros a modo de bigotes. A partir de ese momento, todas las caras, hasta el día de hoy, han pivotado en torno a la figura de esta mujer, de carácter, que falleció el 3 de febrero de 2004. Fue entonces cuando sus sobrinas Ana y Felipa, hijas de Pedro Gómez Cámara, comenzaron a notar que en la vivienda natal de María hasta los 23 años, en la calle Cervantes, número 7, “resucitaba” el fenómeno. Primero surgieron en una recámara de la cuarta planta — todavía permanecen allí, señaladas con cintas y con una evolución mínima— y, después, en una de bodega del primer nivel.


“Nosotros no hubiéramos querido que esto se supiese”, reconoce Felipa Gómez, una década después. De hecho, lamentan que fuese una filtración del investigador Pedro Amorós la que dio lugar a las conocidas como “las nuevas caras”, en un inmueble en el que no reside nadie desde que murieron Pedro Gómez Cámara y su esposa. “Yo fui la que traje a los investigadores y me ha afectado mucho”, lamenta Felipa. “Quería que vinieran a mi casa, no por las caras, sino por las psicofonías. Deseaba poder escuchar a mi padre o a mis primas, las supervivientes del Santuario”, recuerda, con el pesar del tiempo transcurrido. Ante la pregunta de si las hermanas saben por qué aparecen las teleplastias, la respuesta de Felipa es contundente: “La caras estaban asociadas a mi tía —María Gómez— que siempre decía que cuando se muriera, se irían con ella. Lo decía para replicar a su marido, con el que se enfadaba por recordar que la vivienda era la que tuvo con su primera mujer. Nunca pensé que, al fallecer, se vendrían aquí. Íbamos mucho a su tumba porque creíamos que allí era donde aparecerían. Pero no, lo hicieron aquí”.


Ana Gómez tiene otro sentir. Ella conecta más con las imágenes, las siente y, por momentos, las entiende. “Si las caras tiene que ver con mis familiares nos da alegría, pero no sabemos bien qué quieren decir. Reconozco algunas, como la de la ‘chacha’ —como llamaban a su tía María—, la de la ‘abuela’ o hay una que recuerda a un tío mío, Antonio”. No puede evitar emocionarse al comprobar que las teleplastias cada vez cobran mayor fuerza, hasta el punto de que en el suelo de la pequeña recámara que fue precintada el 18 de febrero del año 2011 ante la notario Elena Ramos, han aparecido tres claros rostros. Y no son los únicos. “Cuando se precintó la habitación, la pared de la derecha estaba llena de caras y al abrirla —seis meses después— apenas quedaban dos o tres. Pero hace cerca de un año que han vuelto a aparecer y, sobre todo, tres nuevas en el suelo; una más grande, a la que hemos denominado ‘el pirata’, y otras dos de niños”. Lo explica Diego Fuentes, responsable del Grupo de Investigaciones Parapsicológicas Bélmez y que, desde 2008, estudia el fenómeno de “las nuevas caras de Bélmez”.


Que nadie se lleve a engaños. Que no se haya hablado del viaje al misterio en el corazón de Sierra Mágina en los últimos tres años no quiere decir que cesaran los sucesos. Aunque ahora, a raíz de los dos programas emitidos por “Cuarto Milenio” han vuelto a estar de actualidad, los investigadores hispalenses reconocen ser testigos de una evolución del fenómeno hacía un punto de envergadura. “Hay más de 120 teleplastias. En el caso de las que están en la pared, sucede un fenómeno extraño. Poco a poco se desplazan hacía arriba, a la segunda planta. Desconchan la cal de la pared y aparecen en la habitación”, relata. Esa estancia es, justo, la natal de María Gómez, una habitación mimada con un cariño especial. Se nota en cuanto se entra, estancia de paso al cuarto nivel de la vivienda, donde permanece el rostro de la “chacha” y “la abuela” como si de dos madres protectoras que desde lo más alto vigilan el inmueble.
El equipo de investigación hispalense, que se encuentra inmerso en una nueva campaña, certifica que las caras están en pleno proceso de evolución. “Han salido con más fuerza. A algunas les encontramos explicación, pero a otras no”, confiesa Diego Fuentes. Y la verdad es que no hay que esforzarse nada para detectar, en una rápida mirada, las tres caras nuevas que han aparecido. Dos menores y un adulto con un sombrero a medio camino entre un tricornio y la vestimenta de un campesino. Las teleplastias están justo delante de la pared que en 2011 fue precintada. Cuando se abrió la puerta —de cuyas marcas de soldadura todavía hoy hay restos— aparecieron siete rostros en formación. La notaria de Huelma, Elena Ramos, atestiguó —el 18 de agosto 2011— que, en la pieza de la vivienda, “se había producido un cambio con respecto a hace seis meses”. Al dar fe sobre lo sucedido, firmó la segunda acta notarial de un fenómeno paranormal en España; la primera fue la de Antonio Palacios que, en 1973, en la casa donde aparecieron las primeras caras de Bélmez, en la calle Real. También constató que reaparecían teleplastias borradas. Felipa y Ana Gómez, rompieron a llorar tras la tensa y acalorada espera. Hoy, esas lágrimas han desaparecido y lo que perdura es un recuerdo familiar del que media España es cómplice como consecuencia de su aparición de su historia en los medios de comunicación.


De esas imágenes del verano de hace tres años poco quedan ya. La pared, que Ana y Felipa tocan con nostalgia porque todavía ven restos, ha sufrido una importante transformación, con desconchones como si “el león” —como lo bautizaron en su día— quisiese cobrar vida. Las caras han pasado a la otra pared, en la que, se mire donde se mire, es más que sencillo detectar rostros de niños. La mirada del más allá.