Cara y cruz de un regreso feliz tras nueve meses de tortura

Lo que el domingo parecía ser un rumor que poco a poco ganaba en credibilidad, acabó por convertirse en una de las noticias más esperadas de los últimos nueve meses: la liberación de los cooperantes españoles que aún permanecían secuestrados en Mauritania.

    25 ago 2010 / 15:00 H.

    A partir de ahí, el largo viaje tuvo un final feliz con la llegada de Albert Vilalta y Roque Pascual en la madrugada de ayer martes, en medio de una gran y lógica  expectación. Pese a la dureza de las condiciones en las que han vivido en pleno desierto y privados de libertad, en manos de Al-Qaeda en el Magreb Islámico, los expertos consideran que no tienen por qué sufrir secuelas y que en el plazo máximo de un año habrán recuperado por completo su vida normal. En esa situación se encuentra la compañera de los dos cooperantes, Alicia Gámez, que fue apresada con ellos y liberada hace meses, en marzo, pero con el sabor agridulce de tener que dejar atrás a sus amigos. A partir de ahora será cuando ella podrá sentirse plenamente libre en realidad. En la otra cara de la moneda se plantean interrogantes sobre las condiciones de pago del rescate, porque desde el Gobierno no se han explicado detalles en este sentido, lo que da pie a que la realidad se pueda tergiversar con críticas más o menos malintencionadas. Desde el Ejecutivo se debería actuar con total transparencia, dentro de los límites de la seguridad internacional, para que todo el proceso del complicado rescate se hiciera público con luz y taquígrafos.
    En todo caso, secuestros como este y otros anteriores, ponen sobre la mesa la necesidad de replantearse el modelo de acción solidaria con determinados países en los que la seguridad no sólo no está garantizada, sino que el riesgo de secuestro de occidentales es lo único prácticamente seguro. Y todo porque se ha convertido en una fuente de ingresos para los terroristas islamistas muy socorrida y rentable.