Canastón de trapos sucios
Dedicado a la mujer camino de la Fuente de la Peña con su canastón de trapos tan sucios como el alma del diablo sobre el hombro. Entonces no había lavadoras automáticas ni biodetergentes buenos para la ropa y, malísimos para los sufrideros ríos, sino una rústica tabla estriada de lavar, jabón casero y vaya usted con Dios.
Si el desaparecido Luis Mariano hubiese conocido estos lavaderos de Jaén, seguro que los habría cambiado por las lavaderas de Portugal. Los lavaderos públicos, como el de la calle Atarazanas y el de la Fuente de la Peña cubiertos para no mojarse si llovía, o el del Puente de Santa Ana son estampas vivificantes color sepia que llaman a la puerta de memoria. Lava que lava canesules y pañales de su hijo recién nacido. Retozona canta el agua madrigales de casto lirio. Lavanderita mía, tú que tanto sufriste las inclemencias de los cierzos, chaparrones o calores de ahogo: te recuerdo y valoro tanto esfuerzo, tanta abnegación que nunca salieron en los papeles de la estima, te beso en aquellas mejillas de amapola. Me enterneciste el corazón y me hiciste ser más niño.