Brindar con aceite

Podríamos ungirnos en un ritual de júbilo y parabienes, con el aceite esencial y benéfico que nos ha vertido la última cosecha. No se trata de un hecho prodigioso, no es un milagro otorgado para paliar nuestras carencias, no es un don, sino la consecuencia feliz cuando se conjugan en armonía un clima, una tierra y el trabajo secular de tanta gente anónima. Estas afirmaciones que parecen tan obvias, tan evidentes, no se deben quedar en el verbo, en la palabra sin actos, en un himno bucólico. La poesía con pan y aceite se asimila y se siente mucho mejor, la hacienda y el verso pueden y deberían rimar. Como a nuestras respiraciones, estamos habituados las gentes de esta provincia a absorber el paisaje como una presencia congénita, tan solo nos basta asomarnos a la ventana o dar algunos pasos para encontrarnos con la singular estampa del olivo, y a riesgo de ser injusto o desmesurado, se diría que no sabemos contemplarlo, tan solo miramos sin saborear, sin tasar la belleza y el potencial de su riqueza. De modo personal y por supuesto transferible, siempre elogiaré y apoyaré cualquier iniciativa, propuesta, proyecto o quimera que brote del entusiasmo y el esfuerzo para el elogio y la alabanza de este árbol que nos acompaña, vengan de donde vengan, de cualquier sector, institución o administración que lo sustente en primacía y justo reconocimiento. No seria arbitrario decir que solo le corresponde a esta tierra engastar la joya que posee, que con unión, imaginación y riesgo se pueden combatir noblemente los nuevos colonialismos de mercado que nos amenazan. Tomemos pues estos santos óleos, no en extremaunción, sino para resucitar lo que nunca ha estado muerto.

Funcionario

    09 abr 2014 / 22:00 H.