BRÍGIDA DÍAZ MARTÍN. 'El grabado es evasión, un desafío y compartir'
MARIAM LÓPEZ
Su profesor definía a Brígida como madre, profesora, cultivadora de flores y grabadora. Eso es ella, un poco de todo, pero alguien que no pretende destacar, sólo ser ella misma y trabajar, superarse en cada nuevo reto; de un jardín de 15 rosales hizo uno de 300, del óleo, al grabado con la complejidad que conlleva, y quién sabe qué nos regalará después. Una artista de los pies a la cabeza, aunque no se lo considere. Por ello estos días expone conjuntamente con su maestro y otra compañera en la Sala de Exposiciones de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. No hay que dejar de ver la belleza de sus obras.
—Quisiera comenzar por preguntarle cuándo comenzó su inquietud por los caminos del arte.
Su profesor definía a Brígida como madre, profesora, cultivadora de flores y grabadora. Eso es ella, un poco de todo, pero alguien que no pretende destacar, sólo ser ella misma y trabajar, superarse en cada nuevo reto; de un jardín de 15 rosales hizo uno de 300, del óleo, al grabado con la complejidad que conlleva, y quién sabe qué nos regalará después. Una artista de los pies a la cabeza, aunque no se lo considere. Por ello estos días expone conjuntamente con su maestro y otra compañera en la Sala de Exposiciones de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. No hay que dejar de ver la belleza de sus obras.
—Quisiera comenzar por preguntarle cuándo comenzó su inquietud por los caminos del arte.
—La verdad es que la pintura me gustó desde siempre. Desde niña me encantaba y ojalá hubiera orientado mis estudios en esa dirección, pero hice Filosofía y Letras. Mi primer destino como profesora era muy “malo” y, por evadirme un poco de las obligaciones diarias, empecé a tomar clases de pintura. Me inicié con el óleo. Me llegó a surgir hacer un monográfico de pintura, pero en la Escuela de Arte me desanimaron, porque yo quería trabajar el retrato y el profesor me decía que para eso ya estaba la fotografía y no llegué a hacer gran cosa. Cuando me hablaron de Pére Pons, el que ha sido mi gran maestro, decidí recibir con él clases de dibujo, pero enseguida me llamó la atención el grabado y, en menos de un mes, ya estaba enganchada. Mi primera exposición fue en Toledo y ahora vengo a Jaén con mucha ilusión.
—¿Qué técnicas emplea?
—La primera técnica que practiqué fue mano negra, después aditivas, aguafuerte y la técnica del azúcar también la utilizo bastante. Pero, normalmente, en el grabado no se utiliza una técnica única. Yo tiendo a utilizar más de una. También depende del gusto. El aguafuerte, quizás, es el más valorado.
—¿Qué significa para usted el arte y cómo se definiría en él?
—Para mí, el arte es la expresión de tus sentimientos, es vivir. Y yo, en el arte, me considero una aficionada, y casi incluso más decoradora que artista, porque tengo una facilidad innata para decorar, elegir los colores... Pero artista no me siento.
—¿Cómo se decide a desarrollar esa nueva afición por la técnica del grabado?
—Como te he comentado, no fue una decisión, si no algo que surgió sin más, porque yo sólo quería dibujar. Mis primeros pasos en el grabado fueron hace siete años en el Taller Xalubinia de Motril, de manos de Pére Pons, con quien me inicié tanto en el grabado, como en litografía.
—¿Qué es para usted el grabado?
—Para mí, es una evasión. Pierdo la noción del tiempo haciendo grabados. Me relaja muchísimo, pero, fundamentalmente, el grabado es un desafío y es compartir, porque yo tengo mi propia obra y puedo compartir la misma con mis amigos. Como dice mi maestro, el grabado necesita mucha cocina, requiere muchos cacharros y cosas, no es tan simple como coger un pincel y unas pinturas y pintar en un rincón de mi casa. Hace falta un tórculo para la estampación, cacharros para meter los ácidos, el papel necesita ser pasado por agua con un formol y barnices, osea que es necesario mucho espacio. Además, es una técnica que ensucia mucho, tienes que andar siempre con guantes. Tiene que ser trabajada en taller. Es muy difícil que una obra te salga a la primera, porque el ácido que se utiliza para hacerlo va según la temperatura. Entonces, igual te funciona mal que no te funciona, y tienes que volver a empezar. Pero a mí me gusta por eso, por el reto que supone, al no ser una técnica fácil de conseguir.
—¿Transmite el artista sus sentimientos, su estado de ánimo, a través de sus obras?
—Por supuesto. Yo te puedo decir que hubo una época en la que yo estaba mal, estaba muy triste, y en ese tiempo pinté tres óleos, tres desnudos y, en todos ellos, hay unos colores muy tristes, apagados; sin embargo, cuando estás explosiva de color, la pintura es otra cosa, es alegre. Uno de mis últimos óleos es un Parque de Aranjuez y refleja serenidad. Estaba en un momento muy feliz y muy a gusto pintando ese cuadro y eso se plasma perfectamente en la pintura.
—¿Cómo nace una idea para hacer una obra y, en su caso, un grabado?
—La inspiración puede surgir de cualquier cosa, por ejemplo, ahora trabajo mucho los arabescos, que están siendo muy demandados. La idea surgió por un encargo de un amigo de mi hija y le pinté la Fuente del Patio de Lindaraja y grabados de la Alhambra porque lo consideré muy relacionado con su trabajo. Depende del espacio que haya que decorar, de la persona. Las ideas surgen simplemente por temas que te gustan. A mí las técnicas aditivas me resultan muy fáciles y, en un fin de semana, puedes sacar varias obras. Por eso te digo que la inspiración depende del momento. Igual estás pintando y, al mismo tiempo, esa pintura te inspira otro tema. Me gusta especialmente el paisajismo y los desnudos, la figura humana. Vendo muchas obras en Toledo y allí se me pide mucho monumento. Con el desnudo pasa algo curioso, nadie lo quiere tener expuesto, pero después se vende bastante de forma privada.
—¿Cuánto tiempo puede dedicarle a cada obra?
—Depende, no hay tiempo. Puedes hacer un grabado en 4 horas o estar hasta conseguirlo sin mirar el reloj. El grabado de la Puerta de Embajadores que tengo expuesto lo hice en muy poco tiempo, pero salió demasiado perfecto y, como ya te he dicho, no me gusta la perfección absoluta en una obra, me gusta envejecerla, hacerla natural y, por ello, luego trabajo sobre ella para hacerla así.
—¿Quién ha influido en su obra y qué artista admira más?
—Quien más ha influido en este camino que escogí es mi profesor, del que he aprendido y admiro sus obras. Luego, me encantan los impresionistas; la obra de Beruete es impresionante, así como la de Sorolla. Y, como grabador, nadie supera a Rembrandt, con esos desnudos tan perfectos que tiene. Cuando veo el arte moderno, estas abstracciones, no me transmiten nada.
—¿Por qué eligió Jaén para su exposición?
—Por su gente. Los jaeneros tienen un gran corazón y yo lo he podido comprobar personalmente. Además de los buenos compañeros que tengo en esta tierra, me ocurrió una anécdota que me quedó en el alma. Vine a Jaén y al día siguiente tenía un examen. No encontraba dónde dormir y hubo un buen señor que pidió a su hijo que me acompañase y no me dejase sola hasta encontrar un sitio. Aquel gesto desinteresado no se olvida. Lo paradójico es que yo me separaba de mi niña pequeña por primera vez, y me sentía muy triste. Hoy vuelvo gracias a ella a estas tierras, donde encontró al hombre que quiere. Desde aquí quiero dar las gracias a la familia de Arturo y a quienes me han ayudado en esto.