Breve tratado de economía

Ahora que los números de la economía española están descuadrados por efecto de la crisis y por las alegrías del despilfarro, los políticos han de decir digo donde antes dijeron Diego. Rajoy no sabía o no quería saber hasta después de las elecciones el alcance de la desviación y ahora con los dígitos en la mano sube los impuestos que viene a ser una bajada de la capacidad adquisitiva de los ciudadanos y por lo tanto una minoración efectiva de la calidad de vida y de eso que llaman bienestar.

    12 ene 2012 / 18:55 H.

    Los que siempre fuimos de letras no alcanzamos a entender los entresijos de la evolución de las variables económicas. Tal vez por ello y en menos rato que Zapatero deberíamos encontrar alguien que nos diera un curso breve de como armonizar que si se gasta menos, se consume menos, se produce menos y por lo tanto el número de parados aumenta. Por el contrario si se gasta con alegría, se consume con exceso y no se mide la capacidad de endeudamiento se llega a la catástrofe inflacionista y a la morosidad efectiva que nos lleva al caos actual. Habrá pues que mirar donde existe un Santo Tomás de la economía que nos enseña la justeza virtuosa del término medio. La Historia predica que la bonanza es como la calma chicha y los gurús que mueven los hilos del mundo no deben encontrar satisfacción a sus ambiciones en esos ámbitos de tranquilidad. En la agitación de los mercados realizan sus grandes operaciones y así producen esos ciclos de vacas gordas o de vacas flacas para que el movimiento no deje lugar a periodos de estabilidad y moderación. En medio de todo ese maremágnum nos encontramos millones de seres. Por eso deprime tanto oír que con medidas de ajuste y pasado un tiempo que no será corto saldremos de la situación actual. Y volveremos entonces a la pescadilla y a morderle la cola. Suponiendo con optimismo que en un par de años de sacrificio el paro bajase a la mitad se reactivaría el consumo, se produciría más, el ladrillo volvería a ser vecino del cemento y de nuevo nos lanzarían a un consumismo salvaje que pasado un tiempo desembocaría inevitablemente en otra crisis. En todo ese tiempo y para no perder sus buenas costumbres los santones de la banca y de las altas finanzas habrán logrado nuevamente sus lucrativas rentas. Se preguntaran que si todo lo dicho es mínimamente correcto el ciclo crisis-bonanza se alterna en el mundo periódicamente y por lo tanto mientras el sistema esté así establecido lograr una estabilidad duradera es poco más o menos un milagro imposible. Eso sí, para calmar las voces de los indignados cuando los gobiernos cambian nos guiñan el ojo adoptando alguna medida de aminorar el gasto público a sabiendas que esos pequeños ajustes ejemplarizantes no dejan de ser mínimos retoques de maquillaje.

    Julio Pulido es empresario